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Historias y anécdotas

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José Carducci era profesor universitario en Bolonia. Fue a Florencia para ciertas celebraciones. Una tarde se despidió del ministro de instrucción pública: "No, dijo el ministro, quédese todavía mañana". ‑"Excelencia, no puedo, mañana tengo clase en la Universidad y los chicos me esperan" . ‑"Le dispenso yo" .‑"Ud. puede dispensarme, pero yo no me dispenso". El

Una de las muchas anécdotas que se atribuyen a Federico el Grande es la siguiente: Pasaba revista el soberano, en las inmediaciones de Berlín, a un cuerpo de ejército, cuando uno de sus ayudantes de mayor confianza le hizo notar la gran muchedumbre que a su paso se descubría respetuosamente. - Quisiera saber -comentó el oficial- de qué

Alejandro Magno recibió una carta de su madre en donde hablaba de un jefe de zona. Otro jefe de zona se acercó detrás del hombro de Alejandro y al darse cuenta el emperador tomó su anillo y se lo puso en la boca como símbolo de sello.  

Un coronel del ejército francés refiere el hecho siguiente: «Herido de un lanzazo en el muslo, aguardaba la llegada de los camilleros. No lejos de mí yacía uno de mis soldados con una gran herida en la cabeza. Éste sacó del bolsillo una crucecita de plata y comenzó a recitar el avemaría en latín. En esto se

La madre Nicholl, autora de Memorias de una convertida, nos habla del señor Kenn, ministro protestante. Ella le vio triste en varias ocasiones. Pero Kenn se convirtió también al catolicismo, y la primera vez que la madre Nicholl le habló, ya convertida, le preguntó bruscamente aturdida: — ¿Es usted feliz? — ¡Oh —contestó él—, si pudiese darle parte

Un príncipe indio tenía una biblioteca muy grande. Unos sabios, mediante un trabajo de veinte años, escogieron por orden del príncipe los libros de una biblioteca portátil de entre aquellos miles de volúmenes, para llevar los cuales se necesitaban treinta camellos. Después de tantos años de estudio se resumió en cincuenta tomos lo más importante que

Un niño indio que sabía bien el catecismo fue una vez insultado por un hombre idólatra, el cual, con aire de desprecio, dijo al niño en presencia de otros: — Tú crees en Dios, ¿eh? Pero ¿dónde está Dios? ¡Enséñamelo!   El muchacho, con desenvoltura, contestó al momento:   — Mi Dios, que es el creador del universo, está en el

No basta NO OFENDER a Dios. Hay que pagarle a Dios la renta de la casa, tu estancia en este mundo, pues este mundo es propiedad de Dios. Hay que pagar la existencia que Él te concede.          No basta no cometer el mal. Hay que cumplir todas esas cosas buenas que Dios te pide. Solamente así

Diógenes, el cínico tenía siempre una réplica a flor de labios. Un día estaba en su tonel lavando unas unas hierbas amargas para comer. Pasó por ahí uno de los cortesanos. - Si adularas a Dionisio, no comerías hierbas -le dijo, al verle en aquella operación-. - Y si tú te contentaras con hierbas, -le contestó Diógenes-, no