
CONCUPISCENCIA
DE ELLA NOS HABLA SAN PABLO
Romanos 7,7 ¿Qué decir, entonces? ¿Que la ley es pecado? ¡De ningún modo! Sin embargo, yo no conocí el pecado si no por la ley. De suerte que yo hubiera ignorado la concupiscencia si la ley no dijera: ¡No te des a la concupiscencia! 8 Mas el peca- do, tomando ocasión por medio del precepto, suscitó en mí toda suerte de concupiscencia; pues sin ley, el pecado estaba muerto … 14 Sabemos, en efecto, que la ley es espiritual, mas yo soy de carne, vendido al pecado. 15 Realmente, mi pro- ceder no lo comprendo; pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco. 16 Y, si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo con la ley en que es buena; 17 en realidad, ya no soy yo quien obra, sino el pecado que habita en mí. 18 Pues bien sé yo que nada bueno habita en mí, es decir, en mi carne; en efecto, querer el bien lo tengo a mi alcance, mas no el realizarlo, 19 puesto que no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero. 20 Y, si hago lo que no quiero, no soy yo quien lo obra, sino el pecado que habita en mí. 21 Descubro, pues, esa ley: en queriendo hacer el bien, es el mal que se me presenta. 22 Pues me complazco en la ley de Dios según el hombre interior, 23 pero advierto otra ley en mis miembros que lucha contra la ley de mi razón y me esclaviza a la ley del pecado que está en mis miembros.
CARNE
(Nora: en la raíz de la palabra «CONCU- PISCENCIA» está la idea de apetencia, deseo, «inclinaci6n a«. En sentido bíblico abarca las inclinaciones desencadenadas, desenfrenadas, contrarias a la razón. y en lucha constante y a muerte contra el hombre liberado por Cristo y en/ocado a la santidad.¡