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Sembrando Esperanza

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EL SEPULCRO ESTA VACIO, ESPERO QUE NO TE QUEDES DENTRO

“¡Confírmanos Señor en la fe; inflama nuestro amor, ábrenos a la esperanza de Tu Reino y haznos mensajeros de Tu Resurrección! ¡Porque Tú, Señor, vives en medio de nosotros para siempre! ¡Llénanos de la alegría de Tu Presencia!”

En Cristo resucitado se hace realidad el cielo y la resurrección también para nosotros.  Los poderes que nos prometió se harán realidad.  La salvación y el perdón de los pecados que nos ha otorgado, están garantizados: “pues para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder para perdonar los pecados… ¡he resucitado!”. Sal del sepulcro, no te quedes dentro, tú también has resucitado con Cristo.

Qué terapia más eficaz y profunda el encuentro personal consciente con Cristo Resucitado.  Nuestro pasado, nuestra historia personal, todo nuestro ser ha muerto con Él en la cruz, dándonos el don de una vida nueva en Él.  Las causas de nuestras angustias, de nuestras tristezas, de nuestros temores más hondos, todo eso queda atrás con la Resurrección de Cristo. Tanta es su fuerza, que podemos ver con una seguridad y una confianza plena hacia atrás. Todo ello ha quedado definitivamente cancelado por la misericordia real, infinita y poderosa de Dios, en la muerte de Cristo. Esta nueva existencia genera en nuestros corazones un ambiente de confianza y esperanza como punto de partida, no solo para nuestra relación con Él, sino como actitud fundamental ante la vida: paz, serenidad, esperanza y alegría.

 ¿Cuáles son los Frutos que aporta la Resurrección de Cristo en nuestra vida?

 En los apóstoles: atemorizados, desilusionados, tristes, temerosos, los reconcilia consigo mismos. Dudas, frustraciones humanas, traiciones, egoísmos… todo cae, a cambio de una certeza sobrenatural única: el sepulcro está vacío y Cristo vive.

Esta presencia les vuelve a dar confianza en sí mismos, pero ahora como apóstoles, como columnas de su Iglesia.  Vuelve a poner al hombre nuevo por encima del hombre viejo. Este no desaparece, pero sí queda vencido y elevado en Cristo.

En nuestra vida: la fuerza de Cristo Resucitado actúa dentro de nosotros. Ella nos sostiene para no desalentarnos ante las dificultades, caídas y fracasos.  Él transforma con su poder toda nuestra historia personal, haciendo que en nuestro pasado completo no pese nada, sino que nos purifique y nos sirva de lección para el presente y el futuro.

Además, nos da su Espíritu Santificador que nos conforma según la imagen de Cristo; nos hace aspirar a las cosas de arriba; nos enseña a poner el corazón en el cielo, en las cosas eternas.  Es verdaderamente una revolución en el corazón.

Esta fe en Cristo Resucitado es la piedra maestra de todas nuestras certezas, como nos dice San Pablo en 1 Cor. 15. Cristo ha cambiado muchos corazones a partir de su Resurrección. Una fuerza revolucionaria y transformadora la tenemos en el ejemplo de aquel judío fogoso, nacido en Tarso, de secta farisaica, perseguidor de cristianos, quien por misteriosa y conmovedora elección de Cristo le sale al encuentro en el camino de Damasco y llegó a esta simple persuasión: “Jesús de Nazaret resucitó de entre los muertos y vive actualmente en sus miembros”.

Así como San Pablo, que podemos compararlo como que salió de su propio sepulcro, ya que cambió su conducta, todos estamos llamados a nacer al hombre nuevo, al cristiano convencido de por vida; ya no soy yo, es Cristo quien vive en nosotros.

Realmente, ¿has resucitado con Cristo?, ¿tu sepulcro está vacío?, ¿has resucitado, o tu cuerpo sigue estando ahí, inerte, muerto, dormido, en un sepulcro que está destinado a empolvarse, sin sentido y sin futuro?  ¡Levántate y sal! ¡Reacciona!, no estás muerto…

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