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Sembrando Esperanza

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AMAR A MARIA

EFICACIA DEL AVE MARIA

  • Quinto ejemplo. En nuestro convento había un fraile anciano llamado Egberto. Era devoto a Dios y a la Bienaventurada Virgen, como también fervoroso amante de la santa pobreza. En la medida en que se lo permitían sus fuerzas, trabajaba intensamente, labrando la tierra con la azada o arando. Mientras transpiraba en su dura labor, pensaba en los dolores de la pasión de Cristo. Luego, cansado por el trabajo y con el fin de dar alivio al cuerpo, insistía en la oración. Largo tiempo el diablo lo tentó para que abandonara el monasterio y se fuera a mendigar por el mundo, diciéndole que eso era más agradable a Dios y que así se despojaría de las comodidades de las que él se consideraba indigno. Pero abandonó este proyecto por consejo del prior y por las recomendaciones de los cohermanos, evitando de este modo afrontar peligros y cometer errores al andar vagando por el mundo. Con frecuencia el astuto tentador engaña bajo las apariencias de un ángel y aleja las almas del camino del bien. De todos modos, como no estaba contento de permanecer en el convento, pero tampoco quería abandonarlo sin el debido permiso, se dirigió a la Virgen Bienaventurada mediante la oración. Un día, cansado por el trabajo, se arrodilló para rezar según su costumbre. Mientras se hallaba a solas postrado en el suelo, se durmió dulcemente y vio a la Venerable Señora que estaba a su lado y le decía estas palabras: «Quédate en este lugar y haz lo que te han dicho el prior y los cohermanos». Después de esta indicación, la Señora desapareció y el fraile, vuelto en sí, lloró copiosamente. Se dirigió con rapidez adonde estaba el prior y entre gemidos y llanto le relató la que había visto y oído. El prior, como buen pastor, respondió con palabras de aliento a la triste ovejita: «Esto me agrada, querido Egberto. Quédate con nosotros, tal como hace un rato te la ha recomendado nuestra Señora». El fraile no siguió viviendo mucho tiempo; pero a cambio de una breve labor recibiría el premio de la vida eterna. Perseverando en la paciencia y en la obediencia, se durmió en el Señor en la mañana de la octava de san Juan apóstol y evangelista, del año 1420.

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