
¿COMO SE HACE LA VIDA?
Todos queremos darle sentido a nuestra existencia y buscamos hacer de ella un recinto de felicidad y realizaciones. Nuestra sociedad, nuestro mundo, nos enseña que debemos hacer de la vida un lugar del cual tenemos que sacar provecho a todo: obtener nuestra carrera, ser profesionales de éxito, gozar de estabilidad económica que nos haga vivir sin tensiones ni preocupaciones, poseer nuestro carro, nuestra casa, etc.
¿Será realmente eso lo que debería de significar la aspiración del hombre como meta y fin último de su vida?, ¿y después qué? Una vez que lo obtengamos, ¿qué más nos pedirá la vida que hagamos? No cifres tus aspiraciones solo en las cosas tangibles y materiales. Hemos sido llamados a un ideal más alto. Aprende la lección que nos da este universitario, que en su momento paró, pensó y consultó sobre el sentido de su vida:
“Pedro iba acercándose al momento cumbre en el que concluiría sus estudios universitarios. Largos años de carrera que se le habían hecho interminables llegaban a su fin. No sin tropiezos, sentía que ya estaba llegando a su meta. Había logrado dominar la teoría, la práctica inclusive, de lo que habría de ser la profesión que había soñado ejercer por el resto de su vida. ¿De su vida? pensó algo meditabundo.
Aquel viernes en la tarde se sentía intranquilo. Le parecía que de tanto estudiar y dedicarle horas y horas a los libros no había aprendido nada. Percibía que le faltaba algo importante y no sabía cómo describirlo. Caminando por el campus universitario se encontró con uno de sus profesores, precisamente aquel quien en más de una ocasión lo había orientado en sus estudios, y decidió abordarlo.
Sin mucho miramiento, le preguntó: “Profe, dígame,
¿cómo se hace la vida?” .
El viejo profesor esbozó una ligera sonrisa mientras lo invitaba a que se sentaran en un banco cercano y le refirió lo que a él, a su vez, le había contado un viejo profesor en un momento parecido, fiel reflejo de la sabiduría de siglos:
“La vida se hace sorbo a sorbo, paso a paso y día a día. Se hace saboreando a Dios, caminándolo a lo ancho y a lo hondo, mirándolo a través de sus colores, oyéndolo a través de sus sonidos, palpándole la perfección y desentrañándole la luz.
La vida se hace como trabajador de su siembra, como obrero de su palabra, como jardinero de sus flores, como cantador de sus prodigios… como Él te mandó a hacerla.
La vida se hace, agitando el mundo que llevamos dentro y descubriendo el mundo que llevan los demás.
Se hace respirando a Dios con la fuerza de la naturaleza, con la sabiduría de su gracia y con el impulso de sus pisadas que van tras nosotros para que no perdamos el camino ni se nos aparte la luz.
La vida se hace sufriendo, pero sin apagar nunca la velita encendida de la fe.
La vida se hace amando, porque el amor tiene tanto que hacer en el mundo, que no concede tiempo para odios ni rencores. La vida se hace en el espacio de lo cotidiano, en pequeños trozos de cada día, en momentos que encendemos con nuestra generosidad y entrega a los demás, en vuelos que se emprenden con entusiasmo y sueños que se hacen realidad.
Velar y dormir, soñar y despertar, llorar y reír, creer y dudar, caer y levantarse: eso es hacer la vida.
La vida no se hace para lucir, para exhibirse, para mostrarnos como en un escaparate de vanidad y focos de colores. La vida se hace para llevar un mensaje, un testimonio, realizar una misión.
La vida se hace en el recinto íntimo, en ese taller de abeja trabajadora que llevamos dentro, en ese aguijón que extrae y regala, que profundiza y endulza.
Hay que caminar la vida, porque es la única manera de llegar.
Cumple tu misión de dar. Déjale a Dios el balance de lo que debes recibir.
Porque en ese libro de la generosidad, del esfuerzo y de la entrega, ¡se hace la vida!” (Tomado de libro “La Mariposa Azul y los Regalos de Dios – Historias y cuentos para sanar tu corazón de Juan Rafael Pacheco)
Comienza hoy a darle a tu vida una nueva respuesta. Una que rompa con los moldes de una sociedad sin Dios: pragmática y eficientista, la cual solo te presenta una expectativa y una mirada humana material y muchas veces superficial del hombre, más como un producto de consumo que como un ser con dignidad y valores trascendentes. Entrégale a tu vida el sentido y el valor que más te eleve como ser humano y así puedas decir con orgullo: la vida se hace todos los días, amando y llevando un mensaje de esperanza y bien a todos los hombres.