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Sembrando Esperanza

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CONCIENCIA

Los placeres (pasiones) fortuitos del cuerpo deben tener para nosotros el mismo puesto que en campaña los auxiliares y las tropas ligeras (tienen que servir, no mandar), sólo así son útiles para el alma (De vita beata (VIII)

No hay mas que dos especies de hombres: Una, la de los justos que se creen pecadores y la otra la de los pecadores que se creen justos.(B. Pascal, Pensées, VIII, 534)

«Hermano estudiante!;estudia intensamente no por curiosidad intelectual, ni por vanidad intelectual (exámenes  pensando en altos cargos para el día de mañana. Porque lo quiere Dios lo necesitan las almas…El estudio por amor; ahi está la santidad.(La vida religiosa ,Royo Marín).

«Santa Teresita fue la santa del detalle, No hizo cosas extraordinarias ni raras. Pero tuvo siempre, como ha dicho alguien, «una terca obstinación en cumplir el deber de las cosas más pequeñas por amor al Amado .A esa fidelidad exquisita a lo pequeño se debe circular del 4-11-69),tal formación debe ser tanto interior, o sea, que mire a la vida espiritual del sacerdote, como pastoral e intelectual (filosófica y tecnológica) por consiguiente, si nuestra actividad pastoral, en anuncio de la Palabra y el conjunto del ministerio sacerdotal dependen de la intensidad de nuestra vida interior, ella debe igualmente encontrar su apoyo el estudio continuo. No podemos conformarnos con lo que hemos aprendido un día en el seminario, aun cuando se haya tratado de estudio a nivel universitario, hacia los cuales orienta decididamente la Sagrada Congregación para la Educación Católica. Este proceso de formación intelectual debe continuar durante toda la vida, especialmente en el tiempo actual, caracterizado -por lo menos en muchas zonas del mundo- por un desarrollo general de la instrucción y de la cultura. A la vista de los hombres, que gozan del beneficio de este desarrollo, nosotros debemos ser testimonios de Jesucristo, altamente calificados. Como maestros de la verdad y de la moral, tenemos que dar cuenta a ellos, de modo convincente y eficaz, de la esperanza que nos vivifica.(Roma-3-4-79).

Pero, a este propósito, quisiera insistir ante todo, sobre la importancia de una auténtica formación científica en el conjunto de la formación sacerdotal, según lo recuerdo también en la carta que dirigiré a los sacerdotes para el próximo Jueves Santo. Si la Iglesia tiene tan dentro de su corazón la remoción de los estudios superiores y, por consiguiente, la creación de las estructuras adecuadas, en último extremo lo hace para cumplir mejor su misión en el mundo, y para servir mejor a la Sauza del hombre; pero «inmediatamente «lo hace para preparar a quienes se les pide una misión de tanta importancia y un servicio tan grande: es decir, los sacerdotes. Para que sea completa y adecuada a las exigencias de los tiempos, la formación de los sacerdotes debe ser también científica, (Roma-3-4- 79)

Es este, un cometido de singular y gran responsabilidad *Necesitamos hombres que tengan un profundo conocimiento de los problemas del hombre y del mundo. Pero ese conocimiento no puede detenerse en un nivel puramente humano y profano. Habrá de basarse, sobre todo ,sobre «la ciencia de la fe»; más aún ,habrá de surgir de una concreta actitud de fe, de un ejercicio activo de fe, que significa comunión con el Verbo mismo de Dios, con el Maestro que enseña y dicta «ab intusl‘:Ille..qui consulitur, docet, qui in inteiorere homine habitare dictus est Christus,id est incommutabilis Dei Virtus atque sempiterna Sapientia.(San Agustín,de Magistro 11,38:P.L.32.)

Necesitamos sacerdotes dotados de un sólido sentido teológico, que atiendan con cuidado a la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio. Necesitamos sacerdotes que, al enseñar la fe y la moral, construyan y no destruyan. Todo esto presupone integridad doctrinal, honestidad intelectual, adhesión fiel al «sagrado depósito», conciencia de la participación en la» función profética» de Cristo: Se necesita, en resumen, una madurez de superior calidad…(Roma 3-4-79)

Parecía que todo el análisis, desde el punto de vista de la solución moral del problema, estaba yo acabado; su casuística le había afiliado el pensamiento como una navaja y no encontraba ninguna objeción consciente. Pero en el fondo no creía en si mismo, y una y otra vez, tozuda

y servilmente, buscaba objeciones desde todos los lados y a oscuras, exactamente como si alguien le obligara a ello. Las decisiones del último día, llegado tan inesperadamente y que de golpe todo lo había resuelto, obraron en él mecánicamente (hábito inveterado de una idea fija, llegó a la realidad): como si alguien le hubiera tomado de la mano y le arrastrara imperiosamente, ciegamente, con una fuerza sobrenatural, sin permitirle objeción alguna. Igualmente como si el engranaje de una máquina le hubiera pillado por el faldón de la chaqueta y le forzara a seguir. (Crimen y Castigo, Dostoyeski).

 

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