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Sembrando Esperanza

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CUANDO TU VIDA ESTA AL BORDE DEL PRECIPICIO

Quisiéramos tener el mensaje oportuno, la palabra precisa y el consejo iluminador para aquellos momentos cruciales de nuestra vida. Si supiéramos las miles de situaciones que nos esperan, tal vez entraríamos en pánico y la desesperanza tocaría a la puerta de nuestra existencia, pero no es así. Siempre hay un motivo que nos anima a vivir y a seguir luchando. Es importante que haya en nuestra vida una verdadera humildad. Solo de esta manera sabremos valorar los momentos de gloria y triunfo tanto como las situaciones de fracasos y derrotas. Tengamos la certeza de que la vida es pasajera, nada en ella es eterno. Por eso, está claro que TODO PASARÁ, porque no hay realidad humana que dure para siempre.

Comparto esta historia, esperando que sea para ti una luz y el preciso buen mensaje que esperas recibir.

“Una vez un rey citó a todos los sabios de la corte y les encargó un trabajo: “Me he mandado hacer un precioso anillo de diamante con uno de los mejores orfebres de la zona. Quiero guardar oculto dentro de la sortija un mensaje al que yo pueda acudir en momentos de desesperación total. Me gustaría que ese mensaje ayude en el futuro a mis herederos y a los hijos de mis descendientes. Tiene que ser pequeño, de tal forma que quepa debajo del diamante de mi anillo”.

Todos aquellos que escucharon los deseos del rey, eran grandes sabios, eruditos quienes podían escribir considerables tratados. Pero ¿redactar un mensaje que contuviera dos o tres palabras y que cupiera debajo del diamante de un anillo? Muy difícil. Igualmente pensaron y buscaron en sus libros de filosofía por muchas horas, sin encontrar nada que se ajustara a los deseos del poderoso rey.

El rey tenía una cercanía grande con un sirviente muy querido. Este hombre, fue también criado de su padre y había  cuidado de él cuando su madre murió. Era considerado como de la familia y gozaba del respeto de todos.

Por ese motivo, el rey también lo consultó y este le dijo:

“No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje”.

“¿Cómo lo sabes?” -preguntó el rey.

“Durante mi larga vida en el palacio me he encontrado con todo tipo de gente y, en una oportunidad conocí a un místico. Era un desconocido a quien tu padre invitó y para agradarlo me puso a su servicio. Cuando llegó la hora de su partida, lo acompañamos hasta la puerta para despedirlo y como gesto de agradecimiento al rey, quiso entregarle un mensaje”.

En ese momento el anciano escribió unas palabras en un diminuto papel, lo dobló y lo colocó en un anillo.

“Pero no lo leas” –le indicó. “Mantenlo guardado en esta sortija. Ábrelo solo cuando en una situación no encuentres salida”.

Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido y el rey perdió el reino.

Estaba huyendo a caballo para salvar su vida, mientras sus adversarios lo rastreaban.  Se encontraba solo y los perseguidores eran numerosos. Podía escuchar el trote de los caballos, las voces, la proximidad del enemigo.

En un momento, llegó a un lugar donde el camino se acababa y frente a él había un precipicio que daba hacia un profundo valle. Caer por él sería fatal.  No podía volver atrás porque sus oponentes le cerraban el camino.

Fue entonces cuando recordó lo del anillo. Sacó el papel, lo abrió y allí apareció el pequeño mensaje tremendamente valioso para la ocasión.

Simplemente decía: “ESTO TAMBIEN PASARÁ”. En ese instante fue consciente de que se cernía sobre él un gran silencio.

Los enemigos que lo perseguían debían haberse perdido en el bosque o equivocado de camino. Lo cierto es que se encontró rodeado de un inmenso sosiego. Ya no escuchaba el trotar de los caballos.

El rey sintió un profundo agradecimiento por el sirviente y el místico desconocido.

Esas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel y volvió a guardarlo en el anillo. Pasó el tiempo y nuevamente reunió a su ejército y reconquistó su reinado.

Ese día en que entraba victorioso a la ciudad sintiéndose orgulloso de sí mismo, hubo una gran celebración con música y baile. En esa oportunidad, nuevamente el anciano estaba a su lado y le dijo:

“Apreciado rey, ha llegado el momento para que leas nuevamente el mensaje del anillo”.

“¿Qué quieres decir?” -preguntó el rey-“Ahora estoy viviendo una situación de euforia, las personas celebraron mi retorno. Hemos vencido al enemigo”.

“Escucha” -dijo el anciano- “este mensaje no es solamente para situaciones desesperadas, también es para situaciones placenteras. No es solo para cuando te sientas derrotado, también lo es para cuando te sientas victorioso; no es solo para cuando eres el último, sino también para cuando eres el primero”.

El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: “ESTO TAMBIÉN PASARÁ”, y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba . Pero el orgullo, el ego había desaparecido.  El rey pudo terminar de comprender el mensaje: Lo malo era tan transitorio como lo bueno.

Entonces el anciano le dijo:

“Recuerda que todo pasa. Ningún acontecimiento ni emoción son permanentes. Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.” (Autor desconocido)

No nos anclemos en nuestros momentos de alegría y triunfo, ni en los momentos de derrota y fracaso. Todos ellos en su momento pasarán, nos darán una satisfacción momentánea o un sufrimiento pasajero. Lo importante es que estamos llamados a trascender, a mirar nuestra vida de cara a la eternidad.

 

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