
DALE VALOR Y TRASCENDENCIA A TU VIDA
Hoy te invito a que dejes un tiempo para ti. Sí, un tiempo que te ayude a renovar en tu vida y en tu voluntad, la disposición de comenzar otra vez, además de darle un rumbo diferente, una ilusión, una esperanza nueva.
El camino se nos abre con su belleza y riqueza, con sus misterios y enigmas, pero en el fondo, enseñándonos que el verdadero valor y sentido está en trascender los parámetros ya vistos y conocidos. De esta forma, tendremos valor para enfrentar todos los desafíos que a partir de hoy se nos presenten. Es tiempo de soltar amarras, de dejar todo lo que me hace daño.
Es tiempo de ser más fluido con la gente, conmigo mismo.
Es momento de dejar ir, de permitir que el viento me despeine y me sacuda; que se lleve el resentimiento, que mi alma perdone deudas y deudores.
Es tiempo de que me perdone a mí mismo, ya me regañé bastante. Fueron muchas las piedras que yo mismo puse en mi camino, los puentes dinamitados. Para autocastigo, ya estuvo bien; elijo el camino de la aceptación, es más barato y menos complicado. Acepto y entiendo que merezco empezar de cero, con alma transparente y espíritu tranquilo.
Lo que ha de ser, será. Entiendo que por más que me angustie, no agregaré un centímetro a mi estatura; Jesús tenía razón, a cada día le basta su afán. Es tiempo de relajarme, Dios no me está juzgando, así que, ¿por qué habría yo de hacerlo?
Es hora de levar anclas, de liberar cosas, de soltar gente. Nadie tiene por qué ser como yo quiera: así son perfectos, así Dios los hizo y Dios los ama, así ha funcionado hasta este momento su vida. ¿Qué mejor prueba podría pedir para convencerme?
Me dedico a atender lo mío, a refundarme. Viene bien tirar lo que ya no sirve, todo lo que hasta el día de hoy ha significado un peso. Ya le he pedido perdón a Dios, a los que he dañado, ya dejo ir ese pasado. Dios, en su Misericordia infinita ya me ha perdonado. Me he arrodillado delante de Él y me ha absuelto, manos santas del sacerdote que me bendijo.
Entre ser feliz y tener razón, elijo lo primero. Tener la razón es el peor de los desgastes, pues te quita el sueño intentando entender y corregir al universo.
Es hora de soltar amarras, de confiar más en el Padre y menos en la apariencia de este mundo convulso; me dejo ir. La vida en su misterioso devenir me conduce, una vez más estoy en las manos de Dios.
Quiero un corazón joven, que brinque de gusto con las chicharras que anuncian el día, como cuando éramos niños. ¿Te acuerdas?
Un alma que sea capaz de asombrarse con el amarillo de los girasoles, de ver en el cielo un milagro pintado de azul y no solo un día más. Así, mi día se llena de esperanza. Es tiempo de soltar amarras y maravillarme. He estado demasiado ocupado para ver las estrellas.
Elijo mirar la sonrisa del sol, elijo abrazar al aire. Dios me ama lo suficiente para mantenerme vivo. ¿Qué mejor prueba de amor? Afortunadamente, me da la facultad de elegir. Y yo elijo controlar mis propias pasiones, es más, he decidido darles vacaciones… Sí, que se vayan lejos, muy lejos y no regresen.
Es tiempo de soltar amarras, de levar anclas, de hacer que la paz vuelva a mi corazón. Horas, días y meses ¿Para qué tanto pelear conmigo? Se me estaba olvidando a qué sabe la sonrisa.
Qué estupendo es cuando no controlas a nadie, cuando no pides cuentas, cuando tiras a la basura la bitácora de los rencores.
Hoy quiero ser más justo; la vida no es un tablero de ajedrez ni las personas caballos o alfiles. He comenzado a darle a cada uno su lugar y su espacio, y los trato como me gustaría ser tratado.
Quiero y necesito un buen principio y seguir así indefinidamente.
Si algo nos debemos, te ofrezco un abrazo, te pido una disculpa. Yo estoy en camino del cambio, me quiero renovar por dentro y por fuera, hoy quiero comenzar una vida de nuevo.
¿Podrías hacerlo tú también? Yo te invito. Renovación es una palabra muy comprometedora… ¡Te obliga a caminar sin excusas!, sin nadie a quien echarle la culpa de nada, pero definitivamente es el camino al cielo. Nada es casualidad, no hay accidentes en el mundo de la voluntad. Por eso, sea cual sea la razón por la que estés leyendo estas líneas, elijo creer que estamos dispuestos a sembrar más sonrisas en nosotros mismos y en la gente. Elijo creer que hoy sembraremos esperanzas y mañana cosecharemos el cielo.