
DIOS LLAMA. LA PARTIDA DE JIMMY
La vida del hombre es un paso fugaz por esta tierra. Quisiéramos la presencia eterna de nuestros seres queridos, pero un día, sin avisar, sin pedirnos permiso, parten, dejándonos por lo general, nuestro corazón partido, lleno de recuerdos, lleno de momentos vividos que nos han alegrado.
La mayoría de veces la partida es triste, el corazón se resiste a aceptarlo y queremos retenerlos junto a nosotros en un recuerdo que llega a lo profundo de nuestra existencia.
Todos quisiéramos respuestas de este paso misterioso que, en definitiva, a todos nos llega, pero ¿por qué algunos antes y otros después?, ¿por qué toca la puerta de nuestra vida a través de un accidente, de una enfermedad, de una larga agonía, o como una ráfaga de viento se lo lleva sin tener tiempo ni siquiera de despedirnos? Así es la muerte, no pide perdón ni permiso, solo nos lleva.
Para nosotros cristianos, este paso está marcado por la esperanza, la esperanza de un encuentro definitivo con Dios, el Dios que vino a la tierra a morir, a sufrir y a abrirnos las puertas del cielo. Ahí está la gran esperanza de nosotros que tenemos fe, que creemos que Cristo es la Resurrección y la Vida (San Juan 11, 25-26), que es el Señor de la Vida y no de la muerte. Somos peregrinos anhelantes de una vida futura gozosa, alegre, llena de paz, gloriosa, hermosa, con la presencia de este Dios que es Amor y Misericordia, y que se ha adelantado a prepararnos una Morada en el Cielo (San Juan 14, 1-4).
Ahora, después de un tiempo, recordamos la partida de Jimmy Hernández, con el dolor que ha significado su partida para todos los que le conocimos. Comparto con ustedes una semblanza y, al mismo tiempo, unas líneas que me comunicó su papá, Jaime Hernández, pocos meses después de su fallecimiento.
“PADRE DENNIS, le escribo esperando que se encuentre bien, reciba un afectuoso saludo. Pues como usted sabe, murió nuestro hijo JAIME (JIMMY), en circunstancias difíciles de entender en el plano humano, solamente explicables desde el punto de vista de la inmensa e inquebrantable FE que tenemos en DIOS NUESTRO SEÑOR. Como usted comprenderá, en el momento actual vivimos y convivimos con un dolor infinito e indescriptible la muerte de nuestro querido hijo JIMMY. Nos ha dejado un hueco enorme y profundo en nuestro corazón.
JIMMY nació con dificultad el 14 de enero de 1984, pues fue un niño prematuro de 8 meses que luchó con gran esfuerzo durante 15 días dentro de una incubadora con 20% de posibilidades de vida. Sin embargo, DIOS quiso que viviera, lo que generó una alegría inmensa en nuestro corazón.
Estudió en el INSTITUTO CUMBRES desde su infancia, en donde destacó con premios de excelencia por ser un buen estudiante. Siempre tuvo una pasión por la búsqueda de la verdad y tenía un yo interior muy fuerte y profundo. Le puedo decir que primero fue FILÓSOFO antes de graduarse como INGENIERO EN MECATRÓNICA en el ITESM Campus
Monterrey en diciembre del 2006.
Tenía 28 años de edad al morir. Su pasión profesional eran las luminarias y los sistemas de iluminación a base de LEDS. Paradójicamente, el último trabajo que desarrollamos en conjunto es una obra de iluminación denominada EL PUENTE DEL AMOR aquí en León. Precisamente el día 14 de febrero, el DÍA DEL AMOR, se encontraba trabajando en la automatización de un sistema de iluminación en el TEATRO BICENTENARIO de nuestra ciudad, cuando simplemente JIMMY se equivocó de puerta, queriendo llegar a un 4° nivel para realizar su trabajo, abrió una puerta semejante en el 3°. Llegó a una parrilla metálica sin barandal, volando en el vacío a 7 metros de altura dentro de un foso que tiene funciones acústicas.
PADRE DENNIS, desde ese día nuestra vida cambió. Yo ya no soy la misma persona. Vivimos, mi familia y yo cerca del SEÑOR, tomados de su mano con la FUERZA DE LA FE que es lo único que nos sostiene, orando y rezando diariamente por él el SANTO ROSARIO y solo encuentro un poco de PAZ al recordar QUE LAS ALMAS DE LOS JUSTOS DESCANSAN EN EL SENO DEL SEÑOR. Asimismo las palabras del salmo 90 que nos dice: MIL AÑOS EN TU PRESENCIA SEÑOR SON COMO UN AYER QUE PASÓ, y que significan para nosotros un bálsamo que reconforta un poco nuestro atribulado CORAZÓN DE PADRES.
PADRE, le quiero compartir que DIOS ha sido muy benevolente con nosotros, pues nos ha dado algunas señales claras de que JIMMY está bien y está bajo su protección amorosa, para calmar nuestra inquietud.
PADRE, los caminos del SEÑOR son algunas veces un misterio, y DIOS sabe que en el momento mismo en que me encontré con MI HIJO MUERTO, me arrodillé, recé por él, lo encomendé con DIOS. LE DIJE A JIMMY QUE LE PIDIERA PERDÓN A DIOS POR LAS FALTAS HUMANAS QUE HUBIERA COMETIDO Y LE SUPLIQUÉ QUE SE FUERA EN PAZ. PUES DE MANERA INMEDIATA LE HABÍA DADO YO A DIOS UN ¡SÍ INCONDICIONAL! EN MI INTERIOR, AL MISMO TIEMPO QUE REPETÍA: DIOS NOS LO DIO, DIOS NOS LO QUITÓ, ¡ALABADO SEA EL SEÑOR!”
Con estas palabras llenas de fe, de confianza en Dios, en su misericordia, el padre de Jimmy puso en las manos de Dios esta alma que partía. ¡Qué gran testimonio de fe en medio del dolor, de la incomprensión. ¿Por qué tenía que ser su hijo?, ¿por qué no había señalizaciones, por qué en la oscuridad? Tantas preguntas que solo la fe puede dar respuestas y concluir que así fue el camino que Dios permitió para que Jimmy se encontrara con el abrazo amoroso de Dios!
Ahora que ha pasado un tiempo desde la partida de este gran joven, nos unimos a su familia, así como nos unimos a todos aquellos que en su momento han perdido a un ser querido y sin cuestionarse los por qués, se han abandonado en las manos de Dios como lo ha hecho la familia Hernández.
Con especial cariño dirijo estas palabras llenas de amor y fe a sus padres: Jaime y Milin, así como a su hermana, Mily, a quien tanto aprecio tengo. Mi bendición para ellos.