
GOTAS DE ESPERANZA
San Juan de Dio, el fundador de las Hermanos Hospitalarios, había estado andando todo el día de cama en cama en el hospital, curando enfermos y vendando heridas. Quedó cansada hasta desfallecer. Y cuando quisa, retirarse a descansar le trajeron a casa un mendigo andrajoso cuyos pies formaban una asquerosa pústula. Inmediatamente depuso el santo el cansancio, venció su gran repugnancia y con un amor del que sólo son capaces los santos, se puso a limpiarle los pies.
¿Qué era aquello? De repente brillaron las pies del mendigo con una clara luz, y en ellos se dibujaron las llagas de Jesús. Entonces cayó Juan de rodillas ante el mendigo y, por revelación celestial, le vinieron a los labios estas sorprendentes palabras: «¡Eres tú, Señor!» Al momento desapareció el mendigo.