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Sembrando Esperanza

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GOTAS DE ESPERANZA

San Francisco Javier asistía a un gentilhombre mal herido en un desafío con uno de sus enemigos.

El paciente estaba grave, y su muerte era ya inminente.

El santo se esforzaba para arrancarle el perdón de sus enemigos, pero el desgraciado gritaba que nunca los perdonaría y que sólo quería curarse para poder tomar venganza de ellos.

Compadecido san Francisco al ver que aquel infeliz se iba a condenar le propuso una cosa que sólo un santo podía proponer.

No quisiera que viváis en pecado ni un momento más. Yo os prometo que si perdonáis a vuestros enemigos Dios os devolverá la salud.

En este caso —contestó el gentilhombre— los perdonaría.

El santo se hincó de rodillas, pero al cabo de unos momentos dijo:

Dios no os curará y moriréis porque, si bien decís con los labios que perdonáis, en el corazón guardáis el odio y las ansias de venganza. Moriréis.

El infeliz, impresionado tremendamente, replicó entonces con sinceridad:

No quiero morir; tengo miedo. Yo os juro que perdono de corazón a mis enemigos.

El santo se recogió de nuevo en oración y dijo pasados unos minutos:

Decís verdad. Ahora perdonáis de corazón. Curaréis.

El herido curó ante la estupefacción de los médicos.

Como veis, este hombre hizo por conseguir la salud del cuerpo lo que no quería hacer para salvar su alma. Muchas veces hacemos más sacrificios para las cosas de este mundo, tan pasajeras, que por las cosas de la otra vida, que es eterna.

 

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