
LA MISTERIOSA LOGICA DE DIOS
Los caminos de Dios son misteriosos, especialmente para aquellos a quienes Dios ha elegido para ser testigos y testimonios en el mundo en que vivimos. Todo esto nos enseña, que los hilos de la historia de la salvación los tiene Dios. Los designios de Dios son maravillosos, están llenos de sorpresas y podemos afirmar, que para Dios no hay nada imposible cuando se trata de indicarnos el camino de nuestra salvación. Que la historia que vamos a compartir, sea para nosotros una prueba más de que Dios no nos deja en el camino de la vida y que Él siempre nos acompaña y da sentido y valor a cada acontecimiento, aunque parezca absurdo a nuestra lógica humana. Sepamos ser buenos instrumentos de Dios para no truncar, por egoísmo, falta de fe o simplemente inconciencia, lo que para Dios es importante y pueda tener una repercusión decisiva en la historia, sea personal, familiar o social.
“Emilia Kaczorowska es conocida nuestra, tiene casi 40 años y es esposa de un obrero textil. Vive en un pueblo muy pobre de un país comunista llamado Polonia.
Emilia tiene un hijo y me platica de las dificultades que ella y su marido enfrentan para sacar adelante a la familia. Subsisten con inseguridades; la dominación comunista les llena de incertidumbre sobre el futuro y no saben si vivirán o no. Sabe que yo tengo cierta intuición y buen criterio para aconsejarla y por eso se me acerca para asesorarse. Ella es humilde y realmente platicamos a gusto. Esta vez, hablando de los hijos, comentamos lo incierto que se manifiesta el futuro para una familia como la de ellos.
Yo presiento que Emilia morirá en no más de 10 años y no solo eso, su marido morirá pronto, nada más al comenzar la guerra y, su hijo mayor morirá también. ¿La planeación familiar es una necesidad para ellos? ¿Qué futuro les puede esperar? ¡No!
¡¡Es mejor no tener otro hijo, Emilia!!
Además, ya casi tienes cuarenta años, a esa edad ¡puedes tener un hijo deforme! Y estos tiempos que corren no son los más oportunos para embarcarte en una empresa como esta.
Puedes recurrir a diversos procedimientos para evitarlo ¡No se te ocurra tener ni uno solo más! Serías insensata, inhumana, irresponsable. ¿Qué herencia les vas a dejar? Piensa el mundo en que los dejas: tan inhumano, inseguro, con tanta violencia, injusticias, sufrimientos. ¡Todo eso quieres para tus hijos! Pues es eso lo que verán; contempla los días tan difíciles que vivimos después de la invasión de nuestro país.
Emilia me escuchó con paciencia y atención. Me dio las gracias y se despidió de mí.
A los pocos meses, Emilia me da la noticia de que está embarazada. Yo me indigno y le hago ver el futuro que le espera: “¡Estas mujeres sin sentido de la realidad y necias que no saben hacer otra cosa que tener hijos!”. Ella, callada, me escucha serena y continúa su pesado trabajo llevando con una amable sonrisa las dificultades propias del embarazo. Finalmente, Emilia da a luz a un hijo más. Mis predicciones fatalistas se cumplen una tras otra:
Emilia muere dejando a su pequeño hijo de apenas 10 años. Luego muere su hijo mayor y finalmente, muere su esposo; solo queda en el mundo el pequeño Carol. Hoy, a casi cien años del nacimiento de Carol, millones de hombres y mujeres de todas las razas y condiciones sociales le llaman de otra manera, le dicen cantando: ¡SANTO JUAN PABLO II, TE QUIERE TODO EL MUNDO!” (Anécdota tomada de El Valor de la Vida)
Si realmente hubiéramos seguido la lógica humana y lo que le esperaba a la familia Wojtyla, sin duda que todos unánimemente hubiésemos respondido “que no tenga más hijos”. Sin embargo, las lógicas divinas no cuadran con las nuestras. Era necesario que Carol viviera todo eso: era necesario el sufrimiento y el desprendimiento de sus seres queridos a su corta edad. Por eso no nos debemos desalentar ni revelar si los designios de Dios no coinciden con las expectativas humanas que tenemos. Con humildad, arrodillémonos delante de Dios, y con una oración llena de sencillez, pidámosle al Señor que nos enseñe a decirle siempre sí. Que siempre realicemos su Santísima Voluntad, especialmente si nuestra lógica no cuadra con la suya. Gracias a ese sí de Emilia, hoy podemos decir: EL GRAN PAPA Y SANTO: JUAN PABLO II.