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Sembrando Esperanza

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Lecturas del Domingo 19 septiembre 25º del Tiempo Ordinario – Ciclo B

Primera lectura

Lectura del libro de la Sabiduría (2,12.17-20):

Se dijeron los impíos: «Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida. Si es el justo hijo de Dios, lo auxiliará y lo librará del poder de sus enemigos; lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia; lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 53,3-4.5.6 y 8

R/. El Señor sostiene mi vida

Oh Dios, sálvame por tu nombre,
sal por mí con tu poder.
Oh Dios, escucha mi súplica,
atiende a mis palabras. R/.

Porque unos insolentes se alzan contra mí,
y hombres violentos me persiguen a muerte,
sin tener presente a Dios. R/.

Pero Dios es mi auxilio,
el Señor sostiene mi vida.
Te ofreceré un sacrificio voluntario,
dando gracias a tu nombre, que es bueno. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol Santiago (3,16–4,3):

Donde hay envidias y rivalidades, hay desorden y toda clase de males. La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto es la justicia. ¿De dónde proceden las guerras y las contiendas entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, que luchan en vuestros miembros? Codiciáis y no tenéis; matáis, ardéis en envidia y no alcanzáis nada; os combatís y os hacéis la guerra. No tenéis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, para dar satisfacción a vuestras pasiones.

Palabra de Dios

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, concédeme un corazón sencillo capaz de conocerte y amarte.

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Marcos 9, 30-37

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaron Galilea, pero él no quería que nadie lo supiera, porque iba enseñando a los discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le darán muerte, y tres días después de muerto, resucitará». Pero ellos no entendían aquellas palabras y tenían miedo de pedir explicaciones.

Llegaron a Cafarnaún y una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutían por el camino?» Pero ellos se quedaron callados porque en el camino habían discutido sobre quién de ellos era el más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos». Después tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que reciba en mi nombre a alguno de estos niños, a mí me recibe. Y el que me reciba a mí, no me recibe a mí, sino a aquel que me ha enviado».

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Jesús vive cautivado por la sencillez y simplicidad de corazón. En Cristo no existe ninguna forma de complicación, de apariencia falsa o hipocresía. Él es simple y transparente delante de los demás. Es por eso que puede hablar a sus discípulos sobre su crucifixión, sobre el plan del Padre para con Él. Jesús tiene clara su misión y la revela a sus apóstoles con la misma claridad y apertura. Les quiere enseñar cuán grande es el amor que tiene por ellos y por toda la humanidad.

A los apóstoles, por otro lado, les cuesta trabajo entender lo que está sucediendo. No entienden las palabras de Jesús, ya que se les hace extraño que les diga que va a sufrir y morir. ¿Porqué alguien, y sobretodo Jesús, tendría que sufrir solo porque sí, y mucho más un sufrimiento y muerte propios del peor de los criminales, como era considerada la cruz en ese tiempo? Dejan pasar de largo las palabras de su Maestro y mejor se ponen a pensar quién de entre ellos es el más importante.

Jesús los escucha, sabe que prácticamente han ignorado sus palabras, no por malicia sino simplemente por no entenderlas. No los reprime en el momento. Lo deja pasar. Sabe que sus apóstoles necesitan comprenderlo todo poco a poco. Necesitan aprender qué es lo verdaderamente importante y quién es el centro de sus vidas.

Jesús tiene la misma paciencia con nosotros. Conoce nuestras debilidades, nuestras faltas, nuestros pecados. Tiene paciencia, como la tuvo con sus apóstoles, porque sabe que estamos luchando, sabe que queremos amarlo por encima de todo y de todos, pero que a veces nos cuesta. Sabe que el mundo nos tienta y nos seduce. Sabe también que a pesar de nuestras caídas buscamos estar siempre de pie.

Jesús sabe también que nuestro corazón necesita conversión, es decir, redirigirse constantemente hacia Él. Pidamos su gracia para mantenernos siempre en su amor y en su gracia. Démosle gracias por su misericordia y su paciencia. Pidámosle las fuerzas necesarias para seguir caminando a su lado, de modo que nuestros corazones se dirijan cada vez más y exclusivamente hacia Él.

«De hecho, Dios se comporta así: no mira el tiempo y los resultados, sino la disponibilidad, mira la generosidad con la que nos ponemos a su servicio. Su actuar es más que justo, en el sentido de que va más allá de la justicia y se manifiesta en la Gracia. Todo es Gracia. Nuestra salvación es Gracia. Nuestra santidad es Gracia. Donándonos la Gracia, Él nos da más de lo que merecemos. Y entonces, quien razona con la lógica humana, la de los méritos adquiridos con la propia habilidad, pasa de ser el primero a ser el último. “Pero yo he trabajado mucho, he hecho mucho en la Iglesia, he ayudado tanto, ¿y me pagan lo mismo que a este que ha llegado el último?”. Recordemos quién fue el primer santo canonizado en la Iglesia: el Buen Ladrón. “Robó” el Cielo en el último momento de su vida. Esto es Gracia, así es Dios, también con todos nosotros»

(Ángels de S.S. Francisco, 20 de septiembre de 2020).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

El día de hoy dedicaré cinco minutos de la tarde a elevar mi pensamiento hacia Dios, dándole gracias por su amor y pidiéndole que me ayude a buscarlo y amarlo más.

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