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Sembrando Esperanza

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PECADORES / TODOS

En Viena, cuando iban a colocar el cadáver de un empera­dor en la cripta de los capuchinos, el maestro de ceremonias solía tocar con una vara en la puerta de hierro.

De pronto se oía una voz que preguntaba: «¿Quién es?» La respuesta era: «Su majestad apostólica el empe­rador». «No le conozco», se replicaba. Nuevamente un to­que en la puerta, y se ola la pregunta: «¿Quién es?» «El monarca de Austria». -«No le conozco». Y finalmente, por tercera vez, esta respuesta: «Tu hermano, un hombre peca­dor como tú».

Después de esta confesión, se abría la puerta: «Este puede entrar».

 

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