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Sembrando Esperanza

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¿POR QUE NO SOY FELIZ ?

¿Quién de nosotros no es un verdadero buscador?

Todos somos buscadores de la felicidad. Es un estado que nos interesa, pues sabemos que a partir de la dicha de tenerla, emerge la realización personal, nuestra armonía, nuestra paz y seguridad personal. ¡Cómo no nos va a interesar! Sin embargo, qué fácil es dejarnos llevar por tantas emociones o sentimientos que parecen indicarnos el camino.

Hoy nos topamos con una infinidad de piratas que, aún tuertos, nos dicen “yo soy tu felicidad”. Una vez que la queremos agarrar, se nos esfuma como una liebre mecánica que el perro quiere agarrar después de perseguirla ciegamente. Por eso, ahora es bueno hacer una pausa y cuestionarnos sobre el verdadero sentido de la felicidad. ¿Por qué será que aún no soy feliz?

Mi primera respuesta a esta pregunta es una reflexión a partir de otras preguntas:

¿Qué crees tú que necesitas para ser feliz?

¿Qué cosas quisieras tener para experimentar felicidad?

¿A quiénes necesitas tener a tu lado para sentirte feliz?, o

¿Qué circunstancias necesitas que cambien para que seas feliz?

Hay personas que nunca se sienten realizadas, muchas cosas les incomodan y les molestan. Ellos van por este hermoso mundo corriendo desesperados como un niño que, afanado, persigue el arco iris o su propia sombra. A pesar del serio esfuerzo del niño y su intento de acercarse, el arco iris parece burlonamente alejarse; o como el caso del galgo que sale corriendo detrás de la liebre mecánica con la ciega esperanza de atraparla, la cual nunca consigue agarrar.

Para esas personas, la felicidad siempre se haya más allá de donde ellos se encuentran.

Un joven me decía: “Me casaré cuando encuentre a la persona que traiga satisfacción a mi vida”. Esa filosofía de vida que algunos conciben significa: cuando encuentre lo ideal, “el príncipe azul” o “la princesa dorada”, entonces seré feliz.

Otros, quienes ya la han encontrado y se han decepcionado, piensan: “cuando me separe, entonces seré feliz”. Algunos consideran: “cuando tenga hijos seré feliz” y otros, “cuando se marchen, entonces comenzará mi felicidad”.

La vida no funciona así. Podemos tener riquezas y ser infelices; estar rodeados de las personas más amorosas y vivir circunstancias ideales, pero eso no quitará de nosotros todos nuestros males.

La razón es porque la felicidad no se descubre al encontrar a la persona apropiada, sino en ser la persona adecuada. La felicidad no está en encontrar a quien nos haga felices, sino en aprender a traer felicidad a los que nos rodean.

La felicidad la encuentra la persona que aprende a vivir sabiamente.

Es feliz quien se acerca a las personas sin sospecha, pero con prudencia y se aleja de quienes le hacen daño, sin rencores, sin maltratar o vengarse, pero con inteligencia. La felicidad la encuentra quien aprende a usar las cosas y no a las personas, quien no abusa ni permite el abuso.

No es feliz quien nunca recibe heridas, sino quien sabe cómo evitarlas y, cuando es imposible, sabe cómo aceptarlas y, si es posible, curarlas.

No es feliz quien nunca tiene problemas o todo lo tiene resuelto, sino quien cuando estos llegan, los enfrenta sabiamente y cuando no puede, busca ayuda inmediatamente.

Por nuestro propio bien, dejemos de buscar la felicidad en las cosas, personas o circunstancias que nos rodean y vayamos a la fuente de la felicidad, en donde está la plenitud del Amor, del Bien, de la Verdad, de la Belleza y de la Bondad, es decir, en DIOS.

Comencemos a cambiar desde nuestro interior las actitudes y disposiciones del corazón, para llegar a la fuente, esa fuente de Agua Viva, que nos sacie siempre y nos lance a la Vida Eterna.

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