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agosto 2022

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Una sonrisa nada cuesta, y rinde mucho. Enriquece a quien la recibe, sin empobrecer a quien la da. Dura un instante, pero su recuerdo no se borra. Nadie es tan rico que pueda vivir sin ella, nadie es tan pobre que no pueda regalarla. En casa la sonrisa brinda felicidad; en los negocios confianza; entre amigos sirve de señal. Una sonrisa

Una sonrisa nada cuesta, y rinde mucho. Enriquece a quien la recibe, sin empobrecer a quien la da. Dura un instante, pero su recuerdo no se borra. Nadie es tan rico que pueda vivir sin ella, nadie es tan pobre que no pueda regalarla. En casa la sonrisa brinda felicidad; en los negocios confianza; entre amigos sirve de señal. Una sonrisa

En una selva de India vivía una familia de monos. Una noche de invierno temblaban de frío. De pronto vieron una luciérnaga. Creyeron que era una brasa. La cogieron con gran cuidado; la cubrieron con zacate seco y hojas, y tendieron sus manos para calentarlas. Uno de los monos, el más sabio, comenzó a soplar sobre

A los espartanos o lacones como también se les llama, no les gusta malgastar el tiempo en largas charlas: contestaban con una frase corta, lacónica. Los embajadores de otro país les pidieron ayuda contra el enemigo; pero el portavoz de la delegación habló tan largamente que la final del discurso, le Consejo espartano rechazó malhumorado, la

César quiso atravesar el mar en medio de una furiosa tempestad: Las espumantes olas se embravecieron tanto, que hasta el marino que tenía el remo se puso a temblar. César le respondió: Quid times? Caesarem vehis! (¿Por qué temes? ¡Llevas al César!).  

Cuando, el 10 de abril de 1940, Hitler ocupó súbitamente Noruega, días antes habían desembarcado en los puertos noruegos un sinnúmero de turistas, comerciantes y marinos alemanes que luego se desenmascararon como soldados y prestaron gran ayuda en la subyugación. No se sabe ser lo suficientemente cauto. El enemigo nos tienta siempre introduciéndose en nuestro corazón por

¡Aquél soldado de Pompeya, que estaba de centinela cuando la erupción del Vesubio! La lava hirviente redujo a cenizas todo cuanto había en torno suyo; todo se desplomaba, todo se desvanecía, todo se tambaleaba en derredor de él, ¡más no se movió ni un sólo paso del lugar que le señalara el deber!