
GOTAS DE ESPERANZA
Estaba visitando el Secours Catholique de Lourrdes. En la sala de lectura, magnífica, me di cuenta de que la presidía uno de esos relojes viejos y grandes de pared. El reloj no tenía péndulo, ni horas, ni estrellas; sólo la esfera, y sobre ella se leía en letras rojas: «La caridad siempre es puntual».
A la entrada del comedor había otro igual, en el que se leía: «La caridad no tiene horas.»
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