GOTAS DE ESPERANZA
En el año 1832 hubo en París una epidemia de cólera. Cierto día, una hermana de la Caridad que se dirigía al hospital fue groseramente insultada por un obrero, el cual la siguió babeando inmundicias; y sin duda se hubiera atrevido a golpeada si no lo hubiesen impedido los circunstantes. Sin embargo, la buena hermana se fue tranquilamente a cumplir con su deber. Pocos días más tarde, llevaron al hospital un nuevo paciente, cuando la gran casa estaba ya abarrotada de centenares de enfermos y se iban produciendo defunciones cada cinco minutos. «No hay sitio ni para uno más», decían los oficiales encargados de la admisión.
Estaban para volverse los que llevaban al nuevo paciente cuando acertó pasar por allí la hermana M, que reconoció al enfermo: era el hombre que la había insultado. Él, en cambio, no reconoció a la hermana como a una de las que había ofendido, pues, ¡ay!, había insultado a muchas.
Al octavo día quedó fuera de peligro, pero vio con gran sorpresa que había otra enfermera para cuidar de él.
—¿Dónde está la hermana M.? —preguntó.
— Cogió también ella el cólera, y ha muerto esta noche.
De este modo la hermana M. había tomado venganza a la manera cristiana, y el odio tremendo de aquel hombre contra la religión se trocó en arrepentimiento y fe.