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Sembrando Esperanza

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OBEDECER A DIOS / EL CANTARO

-Señor Dios -repetía un monje ante la gran estatua del templo- yo por tu amor soy capaz de cualquier cosa. ¿Qué quieres que haga por ti, Señor?.

Un día al monje le ‘pareció’ que la estatua le contestaba:

– Quiero que cruces el mercado mayor de la ciudad, cargando en tu cabeza un cántaro lleno de aceite hasta el borde, sin que se te caiga una sola gota.

El monje llenó su cántaro con aceite hasta el borde; y con el cántaro en la cabeza cruzó todo el mercado por donde la gente estaba más numerosa. Durante el recorrido se decía: ‘No debo derramar una sola gota’.

Su devoción era tan grande que en efecto ni una gota cayó al suelo. Por la noche el monje, estando en oración a los pies de la gran estatua, esperaba impaciente una palabra de aprobación y de agradecimiento por parte de Dios. Como no había respuesta, el monje insistió:

– Señor, ¿te has fijado en el gran amor que tengo por ti? ni una gota de aceite se me cayó…

El Señor, muy molesto, le contestó:

– ¡Necio! ¿Qué me importan a mí tu cántaro y tu aceite?. Nunca yo te hablé de eso. De todos modos, durante tu caprichosa prueba ni una sola vez has pensado en mí. Deja de una vez tus raras imaginaciones. Siéntate y escucha por fin lo que desde hace tantos años yo quiero decirte, y que tú nunca has querido escuchar.

«Una sola cosa es necesaria»(Lc 10,42; Mt 24,23ss; 25,31ss).

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