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Historias y anécdotas

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Acuérdate de Gedeón, que se puso en marcha con diez mil soldados; el ejército estaba sediento y, al descubrir agua por el camino, comenzó a beber; todos bebían dobladas las rodillas y de bruces. Gedeón los despidió a todos. ¿Qué podía emprender con hombres que tan poco sabían dominarse? No conservó más que trescientos, los que,

Un comerciante necesitaba un dependiente. Se presentaron más de cincuenta jóvenes, pero el comerciante escogió muy pronto y sin dificultad. - ¿Por qué has escogido precisamente a este? No tenía ninguna carta de recomendación. - Estas equivocado; tenía muchísimas. Al llegar se quitó el barro de las botas y cerró la puerta; con esto vi que hombre ordenado.

Está escrito que desde pequeño, Pio XII exprimía el deseo de ser crucificado él también, "pero sin clavos". Como adulto, realmente dio un testimonio incruento del Señor, en el surtimiento espiritual, en la incomprensión, en la solidad y en las angustias que han oprimido todos los Papas. Su beatitud consistía en quedar unido a Cristo en

Se ha hecho una moneda conmemorativa de un antiguo trata­do de paz entre Holanda e Inglaterra. En una cara se ve una yunta de bueyes con esta leyenda: Juntos, somos fuertes. En el reverso, dos ollas de barro que, flotando sobre el mar, parece que van a chocar; la leyenda dice: Chocando, nos rompemos.  

Encontrándose próximo a morir un marinero re­cibió los santos sacramentos. Después que hubo comulgado dijo alegre y tranquilo: ‑ Ahora estoy pronto para el gran "viaje". Y como el sacerdote le preguntase la causa de su gozo,respondió con lenguaje marino: - Ya no hay nada que temer, porque el piloto está a bordo. Quería decir que tenía consigo al Señor

Un día fue llamado un sacerdote a la cabecera de un moribundo, para que le administrara los sacramen­tos. El reli­gioso había sido llamado por la familia, y el enfermo, al verle, le preguntó con tono de mofa: - ¿Existe realmente un más allá? El sacerdote echó mano a su reloj y respondió: - Es cuestión de poco tiempo. Cuando

Garfield, que más tarde fue presidente de los Estados Unidos de Norte América, era tan pobre durante su juventud, que a los dieciséis años, cuando quiso embarcarse, para pagar el pasaje tuvo que ofrecerse de segador durante la cosecha de la mies. El hacendado a quien se presentó, lo rechazó, diciendo: Para este trabajo necesito hombres

Alguien hizo una estadística global del tiempo gastado por un hombre de sesenta años. Ha trabajado veinticinco años, ha dormido veinte, ha comido dos, se ha vestido uno, se ha lavado nueve meses, se ha afeitado siete, se ha sonado las narices cuatro, se ha limpiado los dientes dos, y así sucesi­vamente. ¿Cuánto tiempo has invertido