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Historias y anécdotas

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No te espante o retraiga la pobreza en la que acaso naciste y en que vives todavía: en la escasez y en el trabajo rudo y tesonero se han forjado los grandes caracteres de nuestra raza. Fray Luis de Granada, el hijo de una lavandera, es el príncipe de los prosistas españoles del S. XVI. Pizarro, de pastor

Un día dijo un niño a su madre: - Mamaita, tú has dicho que nada se pierde. A dónde, pues, van a parar nuestros deseos, esos que nadie ve? - A la presencia de Dios-respondió- y allí se quedan. - Ahí se quedan -repitió el niño, conmovido; luego bajó, la cabeza y, reposándola en el seno de su madre,

En una espléndida madrugada de julio, dos estudiantes emprendieron el camino para escalar la cumbre del Lommic. Ambos nacieron en la gran llanura húngara, y nunca habían visto montañas tan magníficas y gigantescas. Al ritmo de una canción alegre, iban caminando de prisa, y riéndose dejaron atrás a un anciano que, al parecer, también se dirigía

Se hallaba en la cárcel de Zaragoza, puesto ya en capilla, un asesino; y como un sacerdote le hablase de cosas santas, le interrumpió diciendo: — ¡Ah, padre!, si en lugar de enseñarme en la escuela la doctrina cristiana me hubiesen enseñado el código penal, no me vería hoy en capilla y mañana en el palo. — Pues

Tenía sólo 12 años y ya Luis amaba, junto a su padre y a su madre, sobretodo, al Amigo del tabernáculo de la iglesia. A las 15 años odiaba los bailes y espectáculos y sólo deseaba la compañía de sus padres, de los pobres y, sobre todo, de su Amigo. Muy próxima a su casa estaba

El renombrado piloto Chávez fue el primero que pasó el Simplón; pero llegó con los miembros rotos. Hubo de luchar con huracanes y remolinos espantosos de aire, y triunfó. Ya tiene a su vista el blanco. Ya ve la ingente muchedumbre que le saluda, que le hace señales. Pero entonces, ¡ay!, le abandona la perseve­rancia, no

Tamerlán, el joven conquistador tártaro, se hallaba encerrado en su estancia profundamente abatido por los contra­tiempos. En esto fijóse en una hormiga que subía por la pared, notando que cuantas veces la echaba abajo, otras tantas subía. Quiso satisfacer la curiosidad de ver hasta qué punto llegaba la obstinación de la hormiga, por lo que persistió

Es mejor andar por el camino, aunque sea cojeando, que correr fuera de él. Porque el que va cojeando por el camino, aunque adelante poco, se va acercando al término; pero el que anda fuera del camino, cuanto más corre tanto más se va alejando del camino (Santo Tomás, Coment. Evang. S. Juan, 14, 2).  

Cierto borracho quería convertirse, pero se contraía grandes dificultades que se oponían a que lograra la moderación en la bebida. Empezó por echar una piedrecita en su vaso el primer día, echó dos el siguiente, y así sucesivamente, hasta que alcanzó, sin darse cuenta la temperancia