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Sembrando Esperanza

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GOTAS DE ESPERANZA

Tenía sólo 12 años y ya Luis amaba, junto a su padre y a su madre, sobretodo, al Amigo del tabernáculo de la iglesia. A las 15 años odiaba los bailes y espectáculos y sólo deseaba la compañía de sus padres, de los pobres y, sobre todo, de su Amigo. Muy próxima a su casa estaba la iglesia… Allí hallaba la misteriosa fuerza que le permitía ser a los 15 años, un ángel.

A los 16, su padre le dijo:

— Mira, muchacho, conviene acabar con esto. ¿A qué conduce ir tanto a la iglesia?

A los 18 años, después de haber luchado mucho en silencio, oye de su padre otra nueva amonestación:

— Mira, en vez de tantas vidas de santos es preciso que leas esta; te hará ver más claro.

Luis se estremeció y abrió el libro temblando, mas lo cerró en seguida. Otro día, apenas hubo leído doce líneas, lo dejó también. Poco después leyó unas páginas…

A los 19 años, Luis había devorado todo aquel volumen maldito; ahora leía a Dumas y a Zola, y ya no la Imitación de Cristo ni las vidas de los santos. Y su corazón no era ya tan puro, ni su mirada tan limpia, ni su frente tan serena…

Luis llegó a los 20. Y muchos se decían: ¡Cómo ha cambiado Luis!

Un día su padre tuvo que reprenderle por su conducta desenvuelta. Luis se enfureció mucho y no volvió a casa en toda la noche. A la mañana siguiente, el padre, asesina de aquel ángel, recibió esta cartita: «Porque me has hecha perder la fe y la honra y siento un inmenso vacío en el

corazón, muero maldiciéndote.»

Luis tenía entonces 20 años. Su corazón estaba corrompido, su mirada era la de un réprobo y su frente… su frente apareció atravesada por una bala.

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