Image Alt

Historias y anécdotas

  /  Historias y anécdotas (Page 63)

Un joven pastor había contraído el hábito de orar mientras estaba apacentando su ganado. Preguntándole si no le fastidiaba pasar tanto tiempo solo en la campaña, y él contestó: "Para acortar los días y hacerlos agradables, basta un solo padrenuestro, pues hallo en él una fuente siempre nueva de pensamientos consoladores y buenos sentimientos, de manera que

Un sabio dijo: "Dadme una palanca y un punto de apoyo y levantaré el mundo". Lo que Arquímides no pudo lograr, porque su petición no se dirigía a Dios y porque, además, iba hecha desde un punto de vista material, lo lograron los santos en toda su plenitud. El Todopoderoso les dio un punto de apoyo:

EL  ALMA  HUMANA Jesús entró un día en casa de Lázaro, su amigo, que vivía en el pueblecito de Betania. Moraban en él dos hermanas de Lázaro, Marta y María, que acogieron gustosas al divino Maestro, haciéndole los honores de la casa. y mientras María, a los pies del Señor, escuchaba sus palabras, Marta se afanaba entre

En la fachada de la basílica de San Pablo de Roma hay un mosaico en cuya parte central se ve un cordero debajo del cual salen siete fuentes en que sacian su sed algunas ovejas. — ¿A quién representa el cordero? A Jesús, sacrificado en la cruz para salvarnos. ¿Y las fuentes? A los sacramentos, canales de

Es hermosísima esta leyenda oriental. Es la de una princesa, princesita triste de leyenda, que sueña felicidades extrañas asomada al ajimez de su castillo. De pronto entre las flores aparece su hada madrina y le dice: — La felicidad va a venir por estos caminos; si logras conocerla, ve tras ella y te dará la dicha que

Una actriz parisiense, Eva Lavalliere, conoció duf1ante varios años el éxito y la gloria. En medio del vértigo de sus fiestas y triunfos, comprendió lo que era Dios y su destino. Generosa, se entregó a Él. Quiso ingresar en el Carmen, pero no la aceptaron por razón. de su salud. Se alistó entre las enfermeras del Islam

En una cristiana aldea de Africa, algunos negros, con el fervor de los neófitos, habían buscado un lugar entre la maleza donde, a solas cada uno, poder entregarse tranquilamen­te a la oración. Uno de ellos descuidó con el tiempo la ora­ción; se echaba de ver en la senda que conducía a su escondri­jo en el matorral.

Iba San Ignacio, con sus primeros compañeros, camino de Barcelona. Iban, como de costumbre, a pie y con su hatillo a cuestas, cuando un buen hombre los vio, se apiadó de ellos y les pidió con mucha instancia que le dieran sus bultos, que él tenía buenas fuerzas y se los llevaría. Ellos rehusaban, pero, al