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Historias y anécdotas

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Un médico refería lo siguiente: Hace tiempo fui llamado para curar a una joven de diecisiete años de edad que estaba pálida, triste, marchita. La habían visitado muchos médicos y, no conociendo su enfermedad, dijeron que era nerviosa. Su padre me llamó con lágrimas en los ojos para que la visitara y fui introducido en un cuartito

Una anciana camina jadeante por la calle. Se inclina, levanta un objeto del suelo y lo guarda en el delantal. Al momento se le acerca un guardia y le intima: — ¿Qué acaba de coger usted? La mujer le mira asustada, despliega el delantal, muestra un cortante cascote de vidrio y dice: — Mire usted: por aquí suelen andar

Perilo pidió a Alejandro Magno que le ayudara a reunir la dote de su hija, a la que accedió el rey macedonia ordenando que le entregaran cincuenta talentos. — Diez serían bastante, señor —le dijo Perilo, agradecido y confuso a la vez. — Serían bastante para Pedirlo —respondió el rey— pero serían muy poco para Alejandro. Los dones que

El delfín de Francia, hijo de Luis XVI, estaba preso y en manos de un rudo carcelero que vengaba en él, pobre niño indefenso, el delito de haber nacido rey. Un día le preguntó el carcelero: — ¿Qué harías tú, Capeto, si los vendeanos te pusieran en libertad? ¿Qué harías conmigo? ¿Me mandarías ahorcar?   El pobre huérfano contestó

Iba yo pidiendo de puerta en puerta, por el camino de la aldea, cuando tu carro de oro apareció a lo lejos como un sueño magnífico. Y yo me preguntaba, maravillado, quién sería aquel Rey de los reyes. Mis esperanzas volaron hasta el cielo, y pensé que mis días malos se habían acabado. Me quedé aguardando limosnas

En Alemania vivía hace años un muchacho, hijo de un labrador, que se reveló como hombre de gran oración y, más adelante, también de magnífica acción. Ese joven, cuando rezaba con sus compañeros, seglares como él, solía decir al final: «Y ahora, para terminar, un padre nuestro por los que andan por el mundo sin saber

Hagamos como aquel artista que quería pintar un cuadro fiel de Alejandro Magno. Alejandro tenía una fea cicatriz en la frente, recuerdo de un mandoble. ¿Qué haría el pintor? Si quitaba la cicatriz, el cuadro no sería fiel. Si la pintaba, afeaba el cuadro. Se le ocurrió entonces pintar al rey en actitud pensativa, con la cabeza

Cuando el primer globo de gas se elevó en las Tullerías, tripulado por Montgolfier, la octogenaria y escéptica marquesa de Villeroy se hizo arrastrar en su poltrona hasta una ventana de su palacio convencida de la imposibilidad de la ascensión. Y cuando vio al aeronauta, aplaudido por el público, despegarse de tierra, pasó de la incredulidad

Cuenta J. Régnier, en Le sens du péché: «Después de una instrucción de semana santa, el primero que llegó al tribunal de la penitencia empezó su acusación con estas palabras: "Padre, yo iba a confesarme, como de costumbre, de las faltas cometidas contra los diez mandamientos, acerca de los cuales me considero no del todo mal;

Un hombre rico se lamentaba a cierto religioso por una proposición acerca del aumento de  las pensiones de la vejez. Decía que la nación no podría soportado, que los viejos tendrían demasiado que gastar en ocios, etc. — Acérquese a la ventana —le dijo el monje— y dígame qué ve a través del cristal. — Veo la gente