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Historias y anécdotas

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En un colegio se realizó un examen ocasional sobre cultu­ra general y sucesos co­rrientes. Una de las preguntas, habien­do ocurrido ya la muerte del famoso rey del petróleo, fue: - ¿Cuánto ha de­jado Rockefeller? - Hasta el último céntimo -respondió un muchacho-. No se esperaba tal respuesta, pero el examinador le dio la más alta puntuación.  

En Estados Unidos viven unos 160 millones de que poseen más le veinte millones de automóviles. Lo que cuesta no es comprarse un auto, sino encontrar un lugar donde poder apar­carse. Es tan grande el número de coches, que si se parasen, no se podría andar por la calle. A cada paso se lee: "No parking

San Bernardo, hijo de familia dotado de claro ingenio, se hallaba el la flor de la vida y todo le sonreía. Mas se pre­guntó a sí mismo: "¿Cuánto podrán durar estas cosas? ¿Y por ellas voy a exponerme siempre a perder mi alma?" Y resolvió entrar en la orden del Cister. Trataron de disuadirle sus hermanos, mas

Cuando Enrique VIII tuvo conflicto con Francisco I de Francia mandó a Sir Tomas Moro que le llevara una nota muy severa. Pero protestó Sir Tomas: V.M. conoce su temperamento, podría llegar hasta decapitarme. ‑No temas, replicó el rey, si lo hace dispondré de todas las cabezas de los franceses de Londres. ‑V.M. es muy amable,

Entre las intrigas en la corte de Felipe IV, donde los válidos se disputaban el favor del rey, sólo una voz de mujer resuena con el clamor de la verdad. - ¿Qué hago, sor María?- pregunta el monarca. Y desde el severo claustro franciscano de Ágreda, responde la monja: - Quien se vence, vence.  

No hará mucho, una actriz americana hizo un extraño contra­to con una compañía inglesa de seguros. Según él, la actriz debía recibir 50 mil libras esterlinas si dentro de diez años, por cualquier motivo, por enfermedad o desgracia, no sabía

En Génova, ciudad famosa por sus cementerios, lleno de magníficos monumentos funerarios, vivía una vieja vendedora de frutas, cuyos deseos se cifraban en poder tener también ella un hermoso mausoleo después de muerta. Por esto ahorraba, amontonaba céntimo a céntimo, se impuso privaciones durante toda su vida, y realmente consiguió la lápida de mármol. ¡Qué terrible pensamiento:

Dionisio el Viejo, tirano de Siracusa durante cuarenta años, después de haber vencido repetidas veces a los cartagi­nenses y haber extendido su reino hasta Reggio y Crotona, temía tanto perder las riquezas y la vida que llevaba conti­nuamente debajo de sus vestidos una coraza de hierro, se hacia afeitar por sus hijos, por temor al barbero,