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Sembrando Esperanza

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VERDADES ETERNAS

San Bernardo, hijo de familia dotado de claro ingenio, se hallaba el la flor de la vida y todo le sonreía. Mas se pre­guntó a sí mismo: «¿Cuánto podrán durar estas cosas? ¿Y por ellas voy a exponerme siempre a perder mi alma?» Y resolvió entrar en la orden del Cister.

Trataron de disuadirle sus hermanos, mas el fue tan afortunado y elocuente que llevó consigo a cuatro de sus hermanos, a un tío suyo y a otros treinta caballeros. Sucedió que el hermano mayor, al despedirse del menor todos, Navardo le dijo:

– Quédate con Dios; nosotros nos vamos al monasterio y te dejamos heredero de toda nuestra hacienda.

– ¿Cómo? – respondió Navardo – ¿vosotros escogéis el cielo y a mí me dejáis la tierra? No es buena partición.

Y los siguió al claustro.

 

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