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Sembrando Esperanza

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EL CASTIGO DE UNA MALA CONCIENCIA

Génesis 3 ,8 Oyeron luego e I ruido de los pasos de Yahvé Dios que se paseaba por el jar- dín a la hora de la brisa, y el hombre y su mujer se ocultaron  de  la vista de Yahvé Dios por entre los árboles del jardín.
Génesis 4,13 Entonces dijo Caín a Yahvé: «Mí culpa es demasiado grande para so- portarla.  14 Es decir que hoy me echas de este suelo y he de esconderme de tu pre- sencia, convertido en vagabundo errante por la tierra, y cualquiera que me encuen- tre me matará».

Génesis 42,21 Y se decían el uno al otro: «A fe que somos culpables contra nuestro hermano, cuya angustia veíamos cuando nos pedía que tuviéramos compasión y no le hicimos caso. Por eso nos hallamos en esta angustia». 22 Rubén les replicó: «¿No les decía yo que no pecaran contra el niño y no me hicieron caso?¡ Ahora se reclama su sangre!»

Sabiduría 5,5-14 (Especialmente]’] Nos har- tamos de andar por sendas de iniquidad y perdición,  atravesamos  desiertos  intran- sitables; pero el camino del  Señor no lo conocimos. 8 ¿De qué nos sirvió nuestro orgullo? ¿De qué la  riqueza y  la jactan- cia? 9 Todo aquello pasó como una som- bra, como noticia que va corriendo.

Sabiduría 17.10-20.

Daniel 5,6 Entonces el rey cambió de color, sus pensamientos lo turbaron.  las articu- laciones de sus caderas se  le relajaron y sus rodillas se pusieron a castañetear. (El perverso rey Baltasar.)

Mateo 27 ,5 Entonces él tiró las monedas en

el Santuario, se retiró y fue y se ahorcó

(Judas).

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