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Sembrando Esperanza

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GOTAS DE ESPERANZA

Santa Isabel de Hungría, duquesa de Turingia, fue célebre en toda Alemania por su amor a los pobres. Derramaba con profusión sus limosnas entre todos los necesitados que se hallaban en los contornos de su castillo de Warburg. Le gustaba nevar persónru1m1ente y en secreto sus auxilios, no sólo en dinero, sino también en víveres y otros objetos que destinaba a los pobres.

Un día que bajaba con una criada por una vereda que todavía se enseña, llevando en los pliegues de su manto pan, carne, huevos y otros alimentos para distribuir entre los pobres, se encontró de repente frente al duque Luis, Llandgrave de Turingia, su esposo, que volvía de la caza.

Extrañando éste verla doblegada bajo el peso de lo que nevaba en su manto, la paró y con viveza le dijo:

Veamos lo que ahí llevas.

Y el duque puso a la vista lo que, espantada, apretaba sobre su corazón. Pero no encontró el duque más que hermosas rosas blancas y coloradas, las más hermosas que jamás había visto. Quedó tanto más sorprendido cuanto que no era entonces tiempo de flores.

Notando la turbación de su esposa, quiso tranquilizarla, pero se detuvo al instante al ver esfumarse sobre la cabeza de la santa una imagen luminosa en forma de crucifijo. Le dijo entonces que siguiera su camino, y él siguió meditabundo a su castillo, llevando una de aquellas rosas, que conservó toda su vida.

En memoria de este encuentro hizo levantar una columna con una cruz para conservar para siempre el recuerdo de la que había visto sobre la cabeza de su esposa.

 

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