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Sembrando Esperanza

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Lecturas del Bautismo del Señor, Domingo 10 Enero- Ciclo B

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (42,1-4.6-7):

Así dice el Señor: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 28,1a.2.3ac-4.3b.9b-10

R/. El Señor bendice a su pueblo con la paz

Hijos de Dios, aclamad al Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado. R/.

La voz del Señor sobre las aguas,
el Señor sobre las aguas torrenciales.
La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica. R/.

El Dios de la gloria ha tronado.
En su templo un grito unánime: «¡Gloria!»
El Señor se sienta por encima del aguacero,
el Señor se sienta como rey eterno. R/.

Segunda lectura

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (10,34-38):

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los israelitas, anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos. Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.»

Palabra de Dios

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, gracias por este momento de oración. Me pongo en tu adorable presencia. Te doy gracias por todo lo que tengo y por todo lo que he dejado de tener. Te pido la fortaleza necesaria para cumplir siempre tu voluntad.

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Marcos 1, 7-11

 

En aquel tiempo, predicaba Juan: «Ya viene detrás de mí otro que es más poderoso que yo, uno a quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con Espíritu Santo».

 

Por esos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Al salir Jesús del agua, vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu en figura de paloma, descendía sobre él. Se oyó entonces una voz del cielo que decía: «Tú eres mi Hijo amado; yo tengo en ti mis complacencias».

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Nunca hay que dejar de maravillarnos de lo que significa que Cristo se haya bautizado. Más allá de todo lo que circunstancialmente pasó: «Juan dijo…», «se rasgaron los cielos», «se oyó una voz», que obviamente es importante. Lo que verdaderamente es impresionante es el hecho de que Jesús, sin un solo pecado, «fue bautizado por Juan en el Jordán.».

Nuestro bautismo es un sacramento maravilloso. La imagen que nos puede ayudar, en la meditación, es pensar que al bautizarnos es como si llegáramos llenos de lodo a bañarnos y esa agua nos limpia completamente, nos deja relucientes. Al contrario, imaginar que Cristo es sumergido en el agua sin pecado, me lleva a pensar en la imagen contraria. Porque sería el caso de alguien que llega limpio y reluciente y al meterse al río sale lleno de lodo.

¿Quién hace semejante cosa? ¿Quién en su sano juicio, prefiere la suciedad, el pecado, nuestra condición? Y la respuesta es y seguirá siendo: Cristo. Sólo el Amor llega a cometer esas locuras, sólo el Amor se puede complacer con semejante acto de heroísmo. Sólo así pudimos ser redimidos tú y yo, «porque es necesario que se cumpla toda justicia». Así que aprovecha esta meditación para agradecer a Dios la gracia de haberte bautizado y la gracia de que Jesús haya tomado toda nuestra humanidad, todo nuestro pecado y que con eso nos haya rescatado. Amén.

 

 

«Recibir el bautismo era un signo externo y visible de la conversión de quienes escuchaban su predicación y decidían hacer penitencia. Ese bautismo tenía lugar con la inmersión en el Jordán, en el agua, pero resultaba inútil, era solamente un signo y resultaba inútil sin la voluntad de arrepentirse y cambiar de vida. La conversión implica el dolor de los pecados cometidos, el deseo de liberarse de ellos, el propósito de excluirlos para siempre de la propia vida. Para excluir el pecado, hay que rechazar también todo lo que está relacionado con él, las cosas que están ligadas al pecado y, esto es, hay que rechazar la mentalidad mundana, el apego excesivo a las comodidades, el apego excesivo al placer, al bienestar, a las riquezas. El ejemplo de este desapego nos lo ofrece una vez más el Evangelio de hoy en la figura de Juan el Bautista: un hombre austero, que renuncia a lo superfluo y busca lo esencial. Este es el primer aspecto de la conversión: desapego del pecado y de la mundanidad. Comenzar un camino de desapego hacia estas cosas.»

(Homilía de S.S. Francisco, 6 de diciembre de 2020).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Haré una oración especial por el sacerdote que celebró mi bautismo, y por mis padres o quienes han hecho posible que recibiera este sacramento.

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