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Sembrando Esperanza

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Lecturas del Domingo de Pasión – Ciclo C

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (50,4-17):

El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo; para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los discípulos.
El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes ni salivazos.
El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 21,2a.8-9.17-18a.19-20.23-24

R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Al verme, se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre si tanto lo quiere». R.

Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos. R.

Se reparten mi ropa,
echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R.

Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
«Los que teméis al Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel». R.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (2,6-11):

Cristo Jesús, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de si mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres.
Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Palabra de Dios

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, gracias por morir por mí. Perdón por mis faltas de amor. Dame la gracia de reconocer cuánto me amas con este evangelio que estoy por leer. Dame la certeza de saberme amado por ti siempre y a pesar de cualquier cosa.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 22, 14-23.56
C. Llegada la hora, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo:

+ – «He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros, antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer, hasta que se cumpla en el reino de Dios».

  1. Y, tomando una copa, pronunció la acción de gracias y dijo:

+ – «Tomad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé desde ahora del fruto de la vid, hasta que venga el reino de Dios».

Haced esto en memoria mía

  1. Y, tomando pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo:

+ – «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía».

  1. Después de cenar, hizo lo mismo con la copa, diciendo:

+ – «Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros».

¡Ay de ése que entrega al Hijo del hombre!

«Pero mirad: la mano del que me entrega está con la mía en la mesa. Porque el Hijo del hombre se va, según lo establecido; pero, ¡ay de ése que lo entrega!».

  1. Ellos empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser el que iba a hacer eso.

Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve

  1. Los discípulos se pusieron a disputar sobre quién de ellos debía ser tenido como el primero. Jesús les dijo:

+ – «Los reyes de las naciones las dominan, y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Vosotros no hagáis así, sino que el primero entre vosotros pórtese como el menor, y el que gobierne, como el que sirve. Porque, ¿quién es más, el que está en la mesa o el que sirve? ¿Verdad que el que está en la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve. Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo os transmito el reino como me lo transmitió mi Padre a mí: comeréis y beberéis a mi mesa en mi reino, y os sentaréis en tronos para regir a las doce tribus de Israel».

Tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos

  1. Y añadió:

+ – «Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos».

  1. Él le contesto:
  2. -«Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la muerte».
  3. Jesús le replicó:

+ – «Te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes que tres veces hayas negado conocerme».

Tiene que cumplirse en mí lo que está escrito

  1. Y dijo a todos:

+ – «Cuando os envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalias, ¿os faltó algo?».

  1. Contestaron:
  2. – «Nada».
  3. Él añadió:

+ – «Pero ahora, el que tenga bolsa que la coja, y lo mismo la alforja; y el que no tiene espada, que venda su manto y compre una. Porque os aseguro que tiene que cumplirse en mí lo que está escrito: Fue contado con los malhechores.» Lo que se refiere a mí toca a su fin».

  1. Ellos dijeron:
  2. – «Señor, aquí hay dos espadas».
  3. Él les contesto:

+ – «Basta».

En medio de su angustia, oraba con más insistencia

  1. Y salió Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos. Al llegar al sitio, les dijo:

+ – «Orad, para no caer en la tentación».

  1. Él se arrancó de ellos, alejándose como a un tiro de piedra y, arrodillado, oraba, diciendo:

+ – «Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya».

C – Y se le apareció un ángel del cielo, que lo animaba. En medio de su angustia, oraba con más insistencia. Y le bajaba hasta el suelo un sudor como de gotas de sangre. Y, levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró dormidos por la pena, y les dijo:

+ – «¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en la tentación».

Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?

  1. Todavía estaba hablando, cuando aparece gente; y los guiaba el llamado Judas, uno de los Doce. Y se acercó a besar a Jesús.

Jesús le dijo:

+ – «Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?».

  1. Al darse cuenta los que estaban con él de lo que iba a pasar, dijeron:
  2. – «Señor, ¿herimos con la espada?».
  3. Y uno de ellos hirió al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha.

Jesús intervino, diciendo:

+ – «Dejadlo, basta».

  1. Y, tocándole la oreja, lo curó. Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los oficiales del templo, y a los ancianos que habían venido contra él:

+ – «¿Habéis salido con espadas y palos, como a caza de un bandido? A diario estaba en el templo con vosotros, y no me echasteis mano. Pero ésta es vuestra hora: la del poder de las tinieblas».

Pedro, saliendo afuera, lloró amargamente

  1. Ellos lo prendieron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en casa del sumo sacerdote. Pedro lo seguía desde lejos. Ellos encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor, y Pedro se sentó entre ellos.

Al verlo una criada sentado junto a la lumbre, se lo quedó mirando y dijo:

  1. – «También éste estaba con él».
  2. Pero él lo negó, diciendo:
  3. – «No lo conozco, mujer».
  4. Poco después lo vio otro y le dijo:
  5. – «Tú también eres uno de ellos».
  6. Pedro replicó:
  7. – «Hombre, no lo soy».
  8. Pasada cosa de una hora, otro insistía:
  9. – «Sin duda, también éste estaba con él, porque es galileo».
  10. Pedro contestó:
  11. – «Hombre, no sé de qué me hablas».
  12. Y, estaba todavía hablando, cuando cantó un gallo. El Señor, volviéndose, le echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había dicho: «Antes de que cante hoy el gallo, me negarás tres veces». Y, saliendo afuera, lloró amargamente.

Haz de profeta; ¿quién te ha pegado?

  1. Y los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de él, dándole golpes.

Y, tapándole la cara, le preguntaban:

  1. – «Haz de profeta; ¿quién te ha pegado?».
  2. Y proferían contra él otros muchos insultos.

Lo hicieron comparecer ante su Sanedrín

  1. Cuando se hizo de día, se reunió el senado del pueblo, o sea, sumos sacerdotes y escribas, y, haciéndole comparecer ante su Sanedrín, le dijeron:
  2. – «Si tú eres el Mesías, dínoslo».
  3. Él les contesto:

+ – «Si os lo digo, no lo vais a creer; y si os pregunto, no me vais a responder. Desde ahora, el Hijo del hombre estará sentado a la derecha de Dios todopoderoso».

  1. Dijeron todos:
  2. – «Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?».
  3. Él les contestó:

+ – «Vosotros lo decís, yo lo soy».

  1. Ellos dijeron:
  2. – «¿Qué necesidad tenemos ya de testimonios? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca».
  3. Se levantó toda la asamblea, y llevaron a Jesús a presencia de Pilato.

No encuentro ninguna culpa en este hombre

  1. Y se pusieron a acusarlo, diciendo:
  2. – «Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey».
  3. Pilato preguntó a Jesús:
  4. – «¿Eres tú el rey de los judíos?».
  5. Él le contestó:

+, – «Tú lo dices».

  1. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente:
  2. – «No encuentro ninguna culpa en este hombre».
  3. Ellos insistían con más fuerza, diciendo:
  4. – «Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí».
  5. Pilato, al oírlo, preguntó si era galileo; y, al enterarse que era de la jurisdicción de Herodes, se lo remitió. Herodes estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días.

Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio

  1. Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento; pues hacía bastante tiempo que quería verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. Le hizo un interrogatorio bastante largo; pero él no le contestó ni palabra. Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con ahínco. Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él; y, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes se llevaban muy mal.

Pilato entregó a Jesús a su arbitrio

  1. Pilato, convocando a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, les dijo:
  2. – «Me habéis traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de vosotros, y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas que le imputáis; ni Herodes tampoco, porque nos lo ha remitido: ya veis que nada digno de muerte se le ha probado. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré».
  3. Por la fiesta tenía que soltarles a uno. Ellos vociferaron en masa, diciendo:
  4. – «¡Fuera ése! Suéltanos a Barrabás».
  5. A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.

Pilato volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús. Pero ellos seguían gritando:

  1. – «¡Crucifícalo, crucifícalo!».
  2. Él les dijo por tercera vez:
  3. – «Pues, ¿qué mal ha hecho éste? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte. Así es que le daré un escarmiento y lo soltaré».
  4. Ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo el griterío.

Pilato decidió que se cumpliera su petición: soltó al que le pedían (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.

Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí

  1. Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús.

Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se daban golpes y lanzaban lamentos por él.

Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:

+ – «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: «Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado». Entonces empezarán a decirles a los montes: «Desplomaos sobre nosotros», y a las colinas: «Sepultadnos»; porque, si así tratan al leño verde, ¿qué pasara con el seco?».

  1. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él.

Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen

  1. Y, cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.

Jesús decía:

+ – «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen».

  1. Y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte.

Éste es el rey de los judíos

  1. El pueblo estaba mirando.

Las autoridades le hacían muecas, diciendo:

S – «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido».

  1. Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo:
  2. – «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo».
  3. Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste es el rey de los judíos».

Hoy estarás conmigo en el paraíso

  1. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:
  2. – «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».
  3. Pero el otro le increpaba:
  4. – «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada».

C Y decía:

  1. – «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino».
  2. Jesús le respondió:

+ – «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso».

Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu

  1. Era ya eso de mediodía, y vinieron las tinieblas sobre toda la región, hasta la media tarde; porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:

+ – «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu».

  1. Y, dicho esto, expiró.

Todos se arrodillan, y se hace una pausa

  1. El centurión, al ver lo que pasaba, daba gloria a Dios, diciendo:
  2. – «Realmente, este hombre era justo».
  3. Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, habiendo visto lo que ocurría, se volvía dándose golpes de pecho. Todos sus conocidos se mantenían a distancia, y lo mismo las mujeres que lo habían seguido desde Galilea y que estaban mirando.

José colocó el cuerpo de Jesús en un sepulcro excavado

  1. Un hombre llamado José, que era senador, hombre bueno y honrado (que no había votado a favor de la decisión y del crimen de ellos), que era natural de Arimatea, pueblo de Judea, y que aguardaba el reino de Dios, acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía. Era el día de la Preparación y rayaba el sábado. Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea fueron detrás a examinar el sepulcro y cómo colocaban su cuerpo. A la vuelta, prepararon aromas y ungüentos. Y el sábado guardaron reposo, conforme al mandamiento.

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Siempre puedes leer este evangelio como simple espectador, como si estuviéras frente a una pantalla y se te estuviera proyectando una película de acción o de drama. Incluso, podrías estar comiendo palomitas mientras la ves. Pero creo que esta actitud no te permitirá jamás adentrarte a lo que realmente hizo Jesús por ti.

Pues bien, para caldear el corazón y entrar a este misterio, te comparto algunos datos que te podrían ayudar un poco más a entender lo que Cristo hizo ese día por ti, de una vez y para siempre:

Cuando el Evangelio habla de que caen gruesas gotas de sangre a lo que se refiere médicamente es que Cristo sufrió de una cosa llamada Hematodrosis, que a grandes rasgos es una hemorragia por debajo de la piel. Ahora bien, ¿qué causa esta hemorragia? Un gran estrés. Es tanto el estrés y la tensión que tiene en ese momento de la Pasión, que los vasos capilares explotan y la sangre sale a través del sudor.

Hay que recordar que la piel es el órgano más grande del cuerpo. Esto hace que tenga muchas terminaciones nerviosas. Así que, a este punto, su piel estaba muy sensible. ¿Qué significa eso? Significa que cualquier cosa que toque tu cuerpo causa dolor. Incluso, algunos médicos señalan que el soplo del viento puede ser insoportable. Pues bien, ¿te puedes imaginar lo que significó no sólo en lo espiritual, sino también en lo físico el beso de Judas? Algo que tiene que ser una muestra de afecto se ha convertido en una agonía.

Así como esto, la Pasión está llena de actos de amor de parte de Jesús. Después de considerar todo lo que sufrió, piensa ahora en las últimas siete palabras, ¿son palabras de condenación? ¿Son palabras de enfado? Muy al contrario, Jesús está pidiendo perdón a Dios por los demás, nos entrega a María, consuela a las mujeres, etc. Son muestras y muestras de amor. En los momentos difíciles conocemos realmente quién es la persona. Piensa en lo que Cristo lleva en el corazón: sólo bondad.

Lo que debería importarnos más no es por qué lo hizo, sino por quién lo hizo. Porque sólo así pasaremos de ser espectadores a participar de su Pasión.

El Papa Francisco hizo esta recomendación en la Cuaresma pasada: “en casa, en estos días santos pongámonos ante el Crucificado, que es la medida del amor que Dios nos tiene. Procuremos contactar al que sufre, al que está solo y necesitado. No pensemos tanto en lo que nos falta, sino en el bien que podemos hacer, es cierto que puede costarnos amar, rezar, perdonar, cuidar a los demás, tanto en la familia como en la sociedad; puede parecer un vía crucis. Pero el camino del servicio es el que triunfa, el que nos salvó y nos salva la vida”.

«Jesús nos sorprende desde el primer momento. Su gente lo acoge con solemnidad, pero Él entra en Jerusalén sobre un humilde burrito. La gente espera para la Pascua al libertador poderoso, pero Jesús viene para cumplir la Pascua con su sacrificio. Su gente espera celebrar la victoria sobre los romanos con la espada, pero Jesús viene a celebrar la victoria de Dios con la cruz. ¿Qué le sucedió a aquella gente, que en pocos días pasó de aclamar con hosannas a Jesús a gritar “crucifícalo”? ¿Qué les sucedió? En realidad, aquellas personas seguían más una imagen del Mesías, que al Mesías real. Admiraban a Jesús, pero no estaban dispuestas a dejarse sorprender por Él. El asombro es distinto de la simple admiración. La admiración puede ser mundana, porque busca los gustos y las expectativas de cada uno; en cambio, el asombro permanece abierto al otro, a su novedad. También hoy hay muchos que admiran a Jesús, porque habló bien, porque amó y perdonó, porque su ejemplo cambió la historia… y tantas cosas más. Lo admiran, pero sus vidas no cambian. Porque admirar a Jesús no es suficiente. Es necesario seguir su camino, dejarse cuestionar por Él, pasar de la admiración al asombro». (S.S. Francisco, Homilía del 28 de marzo de 2021).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Lo que mejor podemos hacer en estos días es acudir al sacramento de la confesión, con el ánimo de aliviar los grandes dolores que el Señor padeció por nosotros.

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