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Sembrando Esperanza

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Lecturas del Martes 26 Enero de la 3ª semana del Tiempo Ordinario

Primera lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (10,1-10):

HERMANOS:
La ley, que presenta solo una sombra de los bienes futuros y no la realidad misma de las cosas, no puede nunca hacer perfectos a los que se acercan, pues lo hacen año tras año y ofrecen siempre los mismos sacrificios.
Si no fuera así, ¿no habrían dejado de ofrecerse, porque los ministros del culto, purificados de una vez para siempre, no tendrían ya ningún pecado sobre su conciencia?
Pero, en realidad, con estos sacrificios se recuerdan, año tras año, los pecados. Porque es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados.
Por eso, al entrar él en el mundo dice:
«Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo;
no aceptaste
holocaustos ni víctimas expiatorias.
Entonces yo dije: He aquí que vengo
—pues así está escrito en el comienzo del libro acerca de mí—
para hacer, ¡oh, Dios!, tu voluntad».
Primero dice: «Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, ni holocaustos, ni víctimas expiatorias», que se ofrecen según la ley.
Después añade: «He aquí que vengo para hacer tu voluntad».
Niega lo primero, para afirmar lo segundo.
Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 39,2.4ab.7-8a.10.11

R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad

V/. Yo esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó mi grito.
Me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios. R/.

V/. Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides holocaustos ni sacrificios expiatorios,
entonces yo digo: «Aquí estoy». R/.

V/. He proclamado tu justicia
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios,
Señor, tú lo sabes. R/.

V/. No me he guardado en el pecho tu justicia,
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu lealtad
ante la gran asamblea. R/.

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, quiero ser parte de tu familia, que pueda llamarte mi hermano, mi padre, mi primo, mi tío. Conoces mi historia personal, todo lo que llevo cargando desde que nací, ayúdame a no dejarme aplastar por las circunstancias y reconocer que Tú eres lo más importante en mi vida.

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Marcos 3, 31-35

En aquel tiempo, llegaron a donde estaba Jesús, su madre y sus parientes; se quedaron fuera y lo mandaron llamar. En torno a Él estaba sentada una multitud, cuando le dijeron: “Ahí fuera están tu madre y tus hermanos, que te buscan”.

Él les respondió: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?” Luego, mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: “Estos son mi madre y mis hermanos. Porque el que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

¿Quiénes son mi madre, mis hermanos y mis hermanas? Los que están cerca de mí cuando estoy mal y nunca me dejan solo, los que saben ayudarme, aunque no sea fácil, no tienen miedo a decirme las verdades de frente, son los que me apoyan en todo lo que hago y la lista puede seguir, pero ¿por qué tomar como punto central «los que cumplen la voluntad del Padre»? A primera vista las palabras de Jesús son muy fuertes porque parece negar sus lazos carnales y de parentela, pero en este contexto Él quiere hacer referencia a su familia en la fe, reconoce que el mayor bien que les puede ofrecer es ayudarles a llegar al cielo se puede decir que tiene el lema «juntos al cielo».

El alma de un hombre vale mucho por eso no se puede perder. Es lo que está en la cima de todas las cosas que ha creado Dios. Por eso debemos cuidarla y para esto necesitamos reconocer qué nos hace bien espiritualmente. Un momento de oración, escuchar la palabra de Dios para salvar el alma y ganar la vida eterna.

 

 

«Nuestra Señora no quiso quitarle ningún título a Jesús; recibió el don de ser su Madre y el deber de acompañarnos como Madre, de ser nuestra Madre. No pidió para sí misma ser cuasi-redentora o una co-redentora: no. El Redentor es uno solo y este título no se duplica. Sólo discípula y madre. Y así, como madre debemos pensar en ella, debemos buscarla, debemos rezarle. Ella es la Madre. En la Iglesia Madre. En la maternidad de la Virgen vemos la maternidad de la Iglesia que recibe a todos, buenos y malos: a todos. Hoy nos hará bien detenernos un poco y pensar en el dolor y las penas de Nuestra Señora. Ella es nuestra Madre. Y cómo los ha llevado, cómo los ha llevado bien, con fuerza, con llanto: no era un llanto falso, era su corazón destruido por el dolor. Nos hará bien detenernos un poco y decirle a Nuestra Señora: “Gracias por haber aceptado ser Madre cuando el Ángel te lo dijo, y gracias por haber aceptado ser Madre cuando Jesús te lo dijo”.»

(Homilía de S.S. Francisco, 3 de abril de 2020).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Leer la Sagrada Escritura en familia, un salmo, el Evangelio.

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