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Sembrando Esperanza

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Lecturas del Miércoles 13 Enero de la 1ª semana del Tiempo Ordinario

Primera lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (2,14-18):

LO mismo que los hijos participan de la carne y de la sangre, así también participó Jesús de nuestra carne y sangre, para aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo, y liberar a cuantos, por miedo a la muerte, pasaban la vida entera como esclavos.
Notad que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote misericordioso y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar los pecados del pueblo. Pues, por el hecho de haber padecido sufriendo la tentación, puede auxiliar a los que son tentados.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 104,1-2.3-4.6-7.8-9

R/. El Señor se acuerda de su alianza eternamente.

V/. Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas a los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas. R/.

V/. Gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro. R/.

V/. ¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R/.

V/. Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac. R/.

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, sé Tú mi fuerza conforme busco comunicar a los hombres la alegría del Evangelio.

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Marcos 1, 29-39

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama, con fiebre, y enseguida le avisaron a Jesús. Él se le acercó, y tomándola de la mano, la levantó. En ese momento se le quitó la fiebre y se puso a servirles.

Al atardecer, cuando el sol se ponía, le llevaron a todos los enfermos y poseídos del demonio, y todo el pueblo se apiñó junto a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios, pero no dejó que los demonios hablaran, porque sabían quién era él.

De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar. Simón y sus compañeros lo fueron a buscar, y al encontrarlo, le dijeron: “Todos te andan buscando”. Él les dijo: “Vamos a los pueblos cercanos para predicar también allá el Evangelio, pues para eso he venido”. Y recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando a los demonios.

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Resuenan en nuestros corazones las palabras que san Juan nos ha transmitido: el Verbo se hizo carne. Hemos contemplado hace pocos días este misterio una vez más. En efecto, desde ese momento en que verdaderamente se ha superado la distancia entre Dios y el hombre, la buena noticia ha dejado de ser un mensaje y se ha convertido en una persona. Mejor aún, el mensaje es la persona y viceversa. Cristo es el Evangelio.

En este pasaje, asistimos primero a la curación súbita de la suegra de Pedro. No se menciona nada extraordinario, pero precisamente en su sencillez radica la belleza. ¿Qué es lo que hace Jesús? La toma de la mano y la levanta; después ella se pone a servirles. Esto es lo que hace el Evangelio en nosotros, cuando lo acogemos sinceramente y le gustamos: nuestra dureza de corazón se torna en suavidad, y nuestro espíritu es elevado al punto que surge espontáneo en nosotros el ímpetu por servir.

Vemos evidencia de esto en la multitud de enfermos que reciben la curación y los poseídos que son liberados. Sin embargo, las cosas no terminan ahí. El Evangelio es autodifusivo, es decir, exige ser comunicado. Quien lo experimenta, no puede retenerlo para sí. Cuando los hombres escuchan las maravillas que Jesucristo obra, lo buscan. La respuesta que Él da es un reto dirigido a nosotros: ‘He venido para predicar el Evangelio’.

Nunca encontramos a Jesús ocioso, perdiendo el tiempo. Él sabe muy bien distinguir entre actividad y quietud, beneficiándose de ambas. Mas nunca cae en quietismo. Es consciente que tiene una misión que cumplir, y la lleva a cabo por amor. Ahora, preguntémonos: ¿estamos siempre a disposición de Cristo cuando Él quiere llegar, por medio de nosotros, a los pueblos cercanos? ¿O es que de vez en cuando le ponemos algún obstáculo? La frescura del Evangelio es para todos; no dejemos que se pierda.

 

«Queridos hermanos y hermanas, Jesús cambió la historia acercándose a nosotros y la convirtió, aunque todavía marcada por el mal, en historia de salvación. Ofreciendo su vida en la cruz, Jesús también derrotó a la muerte. Desde el corazón abierto del Crucificado, el amor de Dios llega a cada uno de nosotros. Podemos cambiar nuestras historias acercándonos a Él, acogiendo la salvación que nos ofrece. Hermanos y hermanas, abrámosle todo el corazón en la oración, esta semana, estos días: con el crucifijo y con el evangelio. No os olvidéis: crucifijo y evangelio. La liturgia doméstica será esta. Abrámosle todo el corazón en nuestra oración. Dejemos que su mirada se pose sobre nosotros y comprenderemos que no estamos solos, sino que somos amados, porque el Señor no nos abandona y nunca se olvida de nosotros.»

(Audiencia de S.S. Francisco, 8 de abril de 2020).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Invitaré a mi familia a dedicar un breve momento del día a reflexionar juntos sobre cómo dar mejor testimonio de nuestra fe.

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