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Sembrando Esperanza

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Lecturas del Sábado 13 Febrero de la 5ª semana del Tiempo Ordinario

Primera lectura

Lectura del libro del Génesis (3,9-24):

EL Señor Dios llamó al hombre y le dijo:
«Dónde estás?».
Él contestó:
«Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí».
El Señor Dios le replicó:
«Quién te informó de que estabas desnudo?, ¿es que has comido del árbol del que te prohibí comer?».
Adán respondió:
«La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí».
El Señor Dios dijo a la mujer:
«¿Qué has hecho?».
La mujer respondió:
«La serpiente me sedujo y comí».
El Señor Dios dijo a la serpiente:
«Por haber hecho eso, maldita tú entre todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia; esta te aplastará la cabeza cuando tú la hieras en el talón».
A la mujer le dijo:
«Mucho te haré sufrir en tu preñez, parirás hijos con dolor, tendrás ansia de tu marido, y él te dominará».
A Adán le dijo:
«Por haber hecho caso a tu mujer y haber comido del árbol del que te prohibí, maldito el suelo por tu culpa: comerás de él con fatiga mientras vivas; brotará para ti cardos y espinas, y comerás hierba del campo. Comerás el pan con sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste sacado; pues eres polvo y al polvo volverás».
Adán llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven.
El Señor Dios hizo túnicas de piel para Adán y su mujer, y los vistió.
Y el Señor Dios dijo:
«He aquí que el hombre se ha hecho como uno de nosotros en el conocimiento del bien y el mal; no vaya ahora a alargar su mano y tome también del árbol de la vida, coma de él y viva para siempre».
El Señor Dios lo expulsó del jardín de Edén, para que labrase el suelo de donde había sido tomado.
Echó al hombre, y a oriente del jardín de Edén colocó a los querubines y una espada llameante que brillaba, para cerrar el camino del árbol de la vida.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 89,2.3-4.5-6.12-13

R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación

V/. Antes que naciesen los montes
o fuera engendrado el orbe de la tierra,
desde siempre y por siempre tú eres Dios. R/.

V/. Tú reduces el hombre a polvo,
diciendo: «Retornad, hijos de Adán».
Mil años en tu presencia son un ayer que pasó;
una vela nocturna. R/.

V/. Si tú los retiras
son como un sueño,
como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca. R/.

V/. Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos. R/.

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, concédeme tener un corazón abierto a dejarse acoger por tu amor.

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Marcos 8, 1-10

En aquellos días, vio Jesús que lo seguía mucha gente y no tenían qué comer. Entonces llamó a sus discípulos y les dijo: “Me da lástima de esta gente; ya llevan tres días conmigo y no tienen qué comer. Si los mando a sus casas en ayunas, se van a desmayar por el camino. Además, algunos han venido desde lejos”.

Sus discípulos le respondieron: “¿Y de dónde se puede conseguir pan, aquí en despoblado, para que coma tanta gente?” Él les preguntó: “¿Cuántos panes tienen?” Ellos le contestaron: “Siete”.

Jesús mandó a la gente que se sentara en el suelo, tomó los siete panes, pronunció la acción de gracias, los partió y se los fue dando a sus discípulos para que los distribuyeran. Y ellos los fueron distribuyendo entre la gente.

Tenían, además, unos cuantos pescados. Jesús los bendijo también y mandó que los distribuyeran. La gente comió hasta quedar satisfecha, y todavía se recogieron siete canastos de sobras. Eran unos cuatro mil. Luego Jesús los despidió. Enseguida se embarcó con sus discípulos y fue a la región de Dalmanuta.

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Sabemos que no hay lenguaje entre los hombres que pueda hacer justicia a la maravillosa forma en que Dios se nos manifiesta. Sin embargo, buscamos poner en palabras lo que nuestro corazón experimenta, por imperfectas que éstas sean. ¿Y qué es lo que esas palabras nos comunican en este pasaje evangélico?

La traducción en español, desafortunadamente, eclipsa la belleza del texto. Jesús aparentemente dice: ‘Me da lástima de esta gente’. En realidad, la expresión que el evangelista empleó en este versículo particular es muy diversa. En latín, el vocablo misereor quiere decir: ‘Siento misericordia’. En el griego original, la palabra σπλαγχνίζομαι significa: ‘Estoy sintiendo compasión’. Así, no se trata de una emoción cualquiera, sino de una compasión misericordiosa; esto es, un sentir que conmueve hasta las entrañas, que llega a lo más hondo del corazón. Jesucristo no sintió misericordia… ¡la siente aquí y ahora!

¿Por qué enfocarnos en esto? ¿Porque se trata de una interesante lección de lenguas clásicas? ¡Definitivamente no! Contemplemos los ojos de Jesús. Notemos cuán tierna es su mirada al pronunciar estas palabras. Consideremos cómo realmente se estremece todo su ser al darse cuenta de la necesidad de tantas personas. Más allá de las abstracciones, hay historias de carne y hueso, rostros que nos interpelan. El verdadero milagro que nos narra este pasaje no es el de unos panes y unos peces que se multiplican, sino el del hambre espiritual de la humanidad que queda saciada después de estar con Cristo.

Sólo ahora podemos entender que acoger en verdad a una persona no significa sentir lástima por su situación; tampoco es sinónimo de experimentar una compasión superficial ante sus circunstancias. Es, más bien, dejar que la necesidad real de esa persona se clave como una espina en lo más íntimo de nuestro ser, de tal forma que su bien se convierta en nuestra prioridad. Así, en sujeto plural. Esto es el amor genuino. Lo demás es mera artificialidad edulcorada.

 

 

«María Santísima nos ayude a recorrer el camino que el Señor nos indica en el Evangelio de hoy. Es el recorrido de la fraternidad, que es esencial para afrontar las pobrezas y los sufrimientos de este mundo, especialmente en este momento grave, y que nos proyecta más allá del mundo mismo, porque es un camino que inicia en Dios y a Dios vuelve.»

(Ángelus de S.S. Francisco, 2 de agosto de 2020)

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Cuando se acerque a mí una persona con una necesidad real, por pequeña que me parezca, buscaré mostrarle cuán importante es para mí y cuán dispuesto estoy a ayudarla.

 

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