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Sembrando Esperanza

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Lecturas del Sábado 16 Enero de la 1ª semana del Tiempo Ordinario

Primera lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (4,12-16):

HERMANOS:
La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón.
Nada se le oculta; todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.
Así pues, ya que tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios, mantengamos firme la confesión de fe.
No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado.
Por eso, comparezcamos confiados ante el trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia para un auxilio oportuno.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 18.8.9.10.15

R/. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida

V/. La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye a los ignorantes. R/.

V/. Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R/.

V/. El temor del Señor es puro
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R/.

V/. Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón,
Señor, Roca mía, Redentor mío. R/.

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Me pongo en tu presencia, Señor, pues te necesito. Que la oración sea un tiempo para ver tu acción en mi vida, contemplando tus misterios desde la manera en que ves mi existencia, como muestra de amor para mí y para el mundo. Y verme como una obra de tus manos y que me haces un don para los demas.

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Marcos 2, 13-17

En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a caminar por la orilla del lago; toda la muchedumbre lo seguía y él les hablaba. Al pasar, vio a Leví (Mateo), el hijo de Alfeo, sentado en el banco de los impuestos, y le dijo: “Sígueme”. El se levantó y lo siguió.

Mientras Jesús estaba a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores se sentaron a la mesa junto con Jesús y sus discípulos, porque eran muchos los que lo seguían. Entonces unos escribas de la secta de los fariseos, viéndolo comer con los pecadores y publicanos, preguntaron a sus discípulos: “¿Por qué su maestro come y bebe en compañía de publicanos y pecadores?”

Habiendo oído esto, Jesús les dijo: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido para llamar a los justos, sino a los pecadores”.

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Cristo quiere salvarnos a todos y lo hace llamándonos por nuestro nombre. Es asombroso el llamado que Cristo hace a cada uno, pues de estar con la muchedumbre, tal vez los 5000 que dió de comer, se fija en nosotros. De estar con muchos pasa a vernos, inclusive quiere compartir la mesa, signo de confianza, cercanía, respeto y amor. Nuestro Señor tiene un gran deseo de cada uno de nosotros.

Jesucrito conoce nuestro interior, sabe que somos pecadores y nuestra debilidad se vuelve un estímulo potente para el corazón misericordioso de Hijo amado. Cristo sabe que tiene la palabra y el poder para sanar nuestra alma sucia y herida y, también, los que están en la mesa con Leví lo saben, pues dicen: «¿Por qué su maestro come y bebe en compañía de publicanos y pecadores? » ¿Cuántas veces nuestro juicio se vuelve una espada que lastima al hermano, amigo, pariente, pareja o hermano?

Cristo con amor auténtico, fiel y respetuoso dice «No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido para llamar a los justos, sino a los pecadores». Son palabras que revelan parte de su misión como salvador. Cristo sabe que todos en la muchedumbre son enfermos y pecadores, pero también sabe que el camino de la verdadera conversión en un proceso personal y de toda una vida en relación de pecador y salvador.

Así pues, dejemos que caiga el edificio de nuestro ser egoísta y soberbio, quien se cree autosuficiente. Dejemos que Dios mueva nuestras vidas, revelándonos quiénes somos y quién es Él, Cristo misericordioso, quien nos llama a ser misericordiosos como el Padre es misericordioso.

 

«Jesús escogió a un apóstol entre aquella gente, la peor. A continuación, este Mateo, invitado a comer, estaba alegre. Antes, cuando me alojaba en Via della Scrofa, me gustaba ir, ahora no puedo, a San Luis de los Franceses para ver el cuadro de Caravaggio, La conversión de Mateo: él agarrado al dinero así [hace el gesto] y Jesús lo indica con el dedo. Se aferraba al dinero. Y Jesús lo escoge. Invita a toda la banda a almorzar, a los traidores, los cobradores de impuestos. Al ver esto, los fariseos que se creían justos, que juzgaban a todos y decían: “Pero ¿por qué vuestro Maestro tiene esa compañía?”. Jesús dice: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores”. Esto me consuela mucho, porque creo que Jesús ha venido por mí. Porque todos somos pecadores. Todos. Todos tenemos esta “licenciatura”, somos licenciados. Cada uno sabe cuál es su pecado, su debilidad más fuerte.»

(Homilía de S.S. Francisco, 7 de julio de 2017).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Rezar un padre nuestro en cada comida, recordando que Cristo se sento en la mesa junto a los pecadores y publicanos.

 

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