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Sembrando Esperanza

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PEREZA

Say, célebre economista francés, nos cuenta de un modo sugestivo cuanto daño puede provenir de pequeñas negligencias. En una finca, escribe, se deterioró el cerrojo de la puerta del corral. Había podido arreglarse en algunos minutos, pero «es cosa pequeña» -dijo el dueño-. Naturalmente, día tras día iban escapándose ora un pollo, ya un pato. Un día llegó a huir un lechón. ¡Ah! ¡Esto ya no se puede aguantar! Toda la fami­lia, jardinero, lavandera, pastor, adelante, a buscar al lechón. El jardinero fue el primero que lo descubrió.

Va a tomarle la delantera, no le falta más que saltar por encima de una zanja. Pero tropezó al saltar, y se descoyuntó un pie; tuvo que guardar cama mucho tiempo. La lavandera al volver de la caza del lechón, vio con espanto que la ropa que había colgado cerca del horno para que se secase, se había quemado.

El pastor, con la mucha más prisa, se olvidó de atar a una vaca en el establo, y el animal tropezó con el pesebre y se rompió una pata.

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