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febrero 2022

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A la entrada de la cocina estaban echados los perros. Juan mató un ternero y echó las vísceras al patio. Los perros las cogieron, se las comieron y dijeron:" Es un buen cocinero, guisa muy bien". Poco después Juan pelaba los guisantes y las cebollas. Arrojó las mondaduras al patio. Los perros se arrojaron sobre ellas.

Cuando pasé por Milán, subí al techo de la Catedral, ese templo soberanamente hermoso. toda la iglesia está construida de mármol blanco deslumbrante; hasta en el techo levántense innumerables torrecitas de mármol, y los nichos de las torres también están llenos de estatuas marmóreas de santos a cual más hermosas. Mientras duraba la construcción, dijo alguien

"¿El reloj iba atrasado?" ¿Sabes qué contestó Washington a un empleado, que alegó la misma excusa, al llegar tarde? -"Entonces no hay más remedio, o usted ha de comprarse otro reloj, o yo he de buscar otro empleado."  

Fue en un Cónclave. Los cardenales estaban dudosos entre tres candidatos que sobresalían, uno por la santidad, otro por su elevada cultura, y el tercero por su sentido práctico. A la decisión puso fin un cardenal diciendo: "Es inútil titubear más. La solución ya nos la ha dado San Bernardo. ¿Que el primero es santo?; pues

Es famosa la leyenda de un rey árabe: propuso a uno de sus súbditos que eligiera entre estos tres males, los tres espantosos: matar a su esposa, envenenar a sus hijos o embriagarse. - Prefiero embriagarme— contestó, creyendo que era el mal menor. Y la leyenda asegura que, perdida la razón, asesinó a su esposa y envenenó a

Estaba Francisco de Asís con sus discípulos en Rivo Torto. Era de noche. Dormían todos cuando, a medianoche, fueron despertados por los quejidos de un hermano: "¡Muero! ¡Muero!", "¿Por qué?", le preguntó el santo. "Muero de hambre". Entonces Francisco mandó que se pusiera a la mesa, y tanto él como los demás hermanos comieron con el

Se presentó una vez a un párroco una señorita que deseaba casarse. El párroco, como era su obligación, le preguntó la más importante de la doctrina cristiana, y comenzó par las misterios de la fe:   — Usted, señorita, sabrá cuáles son las personas de la santísima Trinidad. — ¡Oh, imagínese —contestó ella—; esta es muy fácil

Se lee en los Anales de la Propagación de la Fe que un misionera de China, después de haberse desgañitado en la enseñanza del catecismo a unos cuantos niños, preguntó a algunos si habían entendido algo. El primero respondió ingenuamente: — Sí; me he dado cuenta de que su nariz es muy larga.   El segundo dijo: — Padre,

«Un hombre fue a sembrar a su campo. Una parte de la semilla cayó en el camina y fue pisoteada par los viandantes; otra cayó entre piedras y, apenas nacida, se secó porque no había humedad; otra cayó entre espinas, que la ahogaron. Una parte cayó en terreno bueno, y nació y fructificó en ciento por