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Sembrando Esperanza

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PRUDENCIA

Estaba Francisco de Asís con sus discípulos en Rivo Torto. Era de noche. Dormían todos cuando, a medianoche, fueron despertados por los quejidos de un hermano: «¡Muero! ¡Muero!», «¿Por qué?», le preguntó el santo. «Muero de hambre». Entonces Francisco mandó que se pusiera a la mesa, y tanto él como los demás hermanos comieron con el compañero hambriento para que éste no se avergonzara.

Pero Francisco dio a todos una lección. Debían tener en cuenta, al mortificarse, las fuerzas del cuerpo —del «hermano asno»— y no excederse. «Así como el exceso en el comer perjudica al cuerpo y al alma, así también debemos guardarnos del ayuno exagerado. porque lo que quiere el Señor es amor misericordioso… Quiero y os mando que cada hermano, en consonancia con nuestra pobreza, conceda a su cuerpo cuanto éste necesite».

 

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