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Historias y anécdotas

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Claudio Bernard, francés, llamado «el pobre cura», se estremecía al oír una sola blasfemia. Un arriero le encontró una vez por el camino y le dio un solemne bofetón, blasfemando al mismo tiempo. — Hermano —le dijo el santo cura —, deme otro, mas deje la blasfemia.    

  Cuenta san Gregario Magno que en sus tiempos había en Roma un niño de unos 6 años de edad que blasfemaba como un demonio por la menor cosa que le hiciesen. Un día, mientras su padre le tenía en sus brazos, el niño blasfemo gritó, temblando todo él: — Padre, defiéndeme, pues veo venir un animal que me

San Luis IX, rey de Francia, dio una ley que condenaba a los blasfemos a serles perforada la lengua con un hierro candente. Habiendo blasfemado públicamente un ciudadano de París, el rey le hizo sufrir la pena establecida. Le hizo, sin embargo, el rey esta gracia: «Le perdonaré voluntariamente si ha insultado a mi persona. ¡Pero

La preocupación de una de las místicas más célebres de nuestro siglo, Teresa Neumann, de Konnersreuth, es el sacerdocio. Por él ora y se sacrifica. Y a cuantos, vacilantes en el cumplimiento de su alta vocación, a ella se acercaron, les devolvió no sólo el entusiasmo primero, sino un aumento de energía. Son muchos los testigos que

En el convento de los dominicos en Roma se guarda una carta de Lutero dirigida a su madre. Ésta, por no desaprobar la conducta de su hijo, estaba dispuesta a renegar del catolicismo y abrazar el protestantismo. Al enterarse de ello su hijo, le escribió lo siguiente: «No, madre, esto no; si quiere usted conservarse católica puede

Una noche de verano, mientras Lutero pensaba tristemente en su indigna compañera, ésta señaló el cielo sereno, diciéndole: — ¡Mira qué hermoso! — Sí —respondió sombríamente Lutero—; pero no es para nosotros. — ¿Y si volviésemos al recto camino? — ¡Es demasiado tarde! ¡El carro está ya muy metido en el fango, y este tenor de vida no se cambia! ¡Qué

Los hombres de hoy necesitamos más que nunca hacer una verdadera experiencia del amor, muchas veces estamos tan enfrascados en nuestro pequeño mundo, en nuestros problemas, que no vemos más allá de nuestros reducidos horizontes. Abramos el corazón a aquellas palabras de Jesús: “No hay más amor que el que da la vida por sus amigos”

La vida es un continuo aprender, todos quisiéramos tener un manual-instructivo para saber enfrentar situaciones, sentir siempre el gustito de los avances y triunfos, evitar errores y fracasos. Cómo quisiéramos que nuestra vida fuese siempre un caminar sobre rosas, sin sobresaltos, y que todo estuviese bajo control; pero tenemos que ser sinceros, esto es imposible, no

Nuestro corazón es muy sensible y frágil, los diversos momentos en nuestra vida, las circunstancias, los fracasos y las dificultades; pero especialmente nuestro egoísmo, nos van haciendo perder lo más hermoso y grande que hay en el hombre: la capacidad de comunicarse, de expresarse, de escuchar y de ser escuchado, y esto mismo nos pasa con