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Historias y anécdotas

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¿Sabéis par qué motiva los creyentes miran con tranquilidad la misma muerte? Parque en medio de la oscuridad brilla el rayo de la esperanza. Es una noche oscura. En el vapor «Principessa Mafalda», que navegaba por el Océano, se abre una grieta, salta la caldera y mil doscientos pasajeros miran espantados la muerte, que se acerca. Durante unas

San Carlas Borromeo, para tener la muerte ante la vista, la hizo pintar en un ángulo de su palacio por donde paseaba frecuentemente. El pintar la representó de la manera acostumbrada, con una guadaña en las manos. — ¿Por qué ponéis a la muerte una guadaña? —preguntó el santa. — Porque siega a los vivas —le contestó el pintor

Un párroco visitó en una ciudad populosa a un mendiga al cual había dada ya cuantiosas limosnas. Le encontró en su miserable habitación, con un compañera, haciendo un plan de reforma de la lotería que quería presentar al ministerio.   . — ¿Cómo? —exclamó el párroco, sorprendido—, ¿Jugáis a la lotería? — Naturalmente —contestó el hambre—, algo hemos de

Un párroco visitó en una ciudad populosa a un mendiga al cual había dada ya cuantiosas limosnas. Le encontró en su miserable habitación, con un compañera, haciendo un plan de reforma de la lotería que quería presentar al ministerio.   .  ¿Cómo? exclamó el párroco, sorprendido, ¿Jugáis a la lotería? Naturalmente contestó el hambre, algo hemos de tener de

¡Era un muchacho aquel rey de Macedonia, Alejandro! Y muy ambicioso. Un día habló a sus generales: Mañana caeremos sobre los tebanos; los aniquilaremos. Pero no pararemos ahí: la ambición me empuja. Lógica pregunta de sus viejos generales: «¿Hacia dónde?» ¿Adónde iremos? contestó, cada vez más convencido Conquistaremos Grecia y Persia, después Egipto, luego Arabia, seguidamente India, y finalmente

Monseñor Dupuy, obispo de Argel, fue llamado un día a. visitar a una enfermita pobre que hacía meses guardaba cama consumida por la fiebre de una horrible úlcera en el pecho. — Hija  mía —le dijo el prelado—, ¿cómo puedes aguantar tan terribles dolores? — Mirad, señor: —contestó la enfermita señalando un ventanuco entreabierto—. Este trocito de cielo que

Yendo de caza, dos nobles caballeros encontraron a un ermitaño que en una miserable choza llevaba una vida muy penitente, y le preguntaron: — ¿Cómo te arreglas para poder estar aquí? ¿No experimentas melancolía y malestar? Respondió el ermitaño: — ¡Oh, sí que lo experimento!, pero cuando sufro o estoy triste voy a aquella ventana —y señalaba la de

Cuando Pirro, rey de Epiro, uno de los más grandes capitanes de la antigüedad, oyó a sus embajadores ponderar la magnificencia y el poderío de Roma, exclamó: — Pero, ¿acaso en Roma no hay imperfecciones y defectos? — Sí —respondieron los embajadores—, hay uno, y éste, grandísimo: ¡también se muere en Roma! — Aunque así sea, vayamos —dijo Pirro—;

El locutor de la C. E. G. hablaba un día al público sobre el cielo. — Mirad —decía el chistoso preguntón—, lo que más me fastidia es pensar cómo voy a ponerme la camisa sobre las alas. — No te preocupes, amigo, pues tu dificultad va a ser la de ponerte los pantalones sobre la cola.