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Historias y anécdotas

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El excesivo cuidado que tenemos de nosotros mismos hace que nuestro espíritu pierda la tranquilidad, y nos leve a tener un humor raro y desigual. Así nos sucede que, en cuanto tenemos alguna contradicción, en cuanto nos damos cuenta de nuestra falta de mortificación, cuando caemos en algunos de nuestro defectos, por pequeño que sea, nos

Con un furor que dura siglos, los pueblos de Oriente continúan chocando entre sí, y hacen trizas la túnica inconsú­til del Señor, tejida de arriba abajo sin costuras. Raposas devastan la viña de Cristo; entre cisternas agrietadas y secas es difícil encontrar dónde está aquella fuente sellada, aquel huerto cerrado, de que habla la Escritura. Por

En el París hay un instituto para perros, el "Institut de Beauté pour les Chiens", en que trabajan numerosos médicos, peluqueros y masajistas. En la "Ille des Tavageurs", en París, hay un magnífico cementerio de perros, con avenidas con criptas de mármol, artísticos bajo relieves y muchos monumentos en que se ve la fotografía del finado. Y es

A un estudiante de quince años de edad empezó a dolerle una pierna. Llamaron al médico y éste, con gran espanto de los padres, descubrió las caries de los huesos. - No queda otro remedio que amputar la pierna -dijo el médico. - No, no -exclamó el enfermo-; prefiero morir. Durante semanas y semanas le suplicaron, pero la res­puesta

Julia, la hija única de Juan Arany, eximio poeta húngaro, murió, en la plenitud. de su floreciente hermosura, a la edad de veinticuatro años. Su padre, con el corazón conmovido, escribió estas líneas en la losa de su sepulcro: «Cuando tu alma victoriosa se detuvo en la materia destrozada y, mirando con  valentía la muerte, emprendió, rica

Un maestro de escuela aprovechaba todas las ocasiones para prevenir a sus discípulos contra la influencia de las doctrinas materialistas. Un día, sacando su reloj y poniéndolo sobre la mesa, en cuyo derredor hizo que se colocasen los niños, les preguntó : — ¿Qué hace este reloj? — Tic, tac —contestaron todos a una. — Ahora — agregó, después de

Cuánto tiempo empleas diariamente para las cosas de tu alma? —preguntaron a un pobre hombre. — Todas las noches me santiguo —respondió éste. — Y en el cuidado de tu caballo, ¿cuánto tiempo empleas cada día? — Dos horas —contestó. — Mejor querría yo ser tu caballo que tu alma.    

Un joven murió en la plenitud de sus fuerzas, en los años más hermosos de su vida. En su losa sepulcral se veía una espiga granada que se inclinaba hacia abajo; la inscripción constaba de dos palabras de .un profundo significado: Quia plena (Porque estaba llena). Pronuncia tú también cada día esta corta oración: «Dios mío, concédeme que