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Historias y anécdotas

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Era Navidad. En aquella casa se había puesto, siguiendo la costumbre extranjera, un árbol de Noel. Era un pino, sujeto a1 pavimento, de cuyas ramas colgaban en profusión dulces y juguetes. Los niños habían gozado inocentemente, escogiendo con ilusión los frutos del árbol. Pocos días después el padre y el niño de la casa se sentaron

El que quisiere ver cuánto ha aprovechado en este camino de Dios, mire cuánto crece cada día en humildad interior y exterior. ¿Cómo sufre las injusticias de los otros? ¿Cómo sabe dar pasada a las flaquezas ajenas? ¿Cómo acude a las necesidades de sus prójimos? ¿Cómo se compadece y no se indigna contra los defectos ajenos?

El emperador Trajano insultó a san Ignacio de Antioquía, a quien trató de demonio malo. Ignacio replicó: — ¡Que nadie llame demonio malo a un teóforo! (portador de Cristo). — ¿ Llevas, pues, tú al crucificado? — Sí; no hay lugar a dudas, yo llevo a Cristo dentro de mí. Trajano ordenó entonces: — Que Ignacio, quien se precia de llevar en

Todos los males que nos agobian en la tierra vienen precisamente de que no oramos o lo hacemos mal (Sto. Cura de Ars, sermón sobre la oración). Vuestro corazón es pequeño, pero la oración lo agranda y lo hace capaz de amar a Dios. La oración es una degustación anticipada del cielo, es un rebose del paraíso.

La oración es el reconocimiento de nuestros límites y de nuestra dependencia: venimos de Dios, somos de Dios y retornamos a Dios. Por tanto, no podemos menos de abandonarnos a Él, nuestro Creador y Señor, con plena y total confianza(

Cuando el rey Pirro envió un embajador a Roma, informó éste a su regreso: «Cada ciudadano romano me hizo la impresión de un rey.»   Esto se debería poder decir de toda alma en gracia: no debería dejar duda ni un momento de que es templo de Dios, como dice san Pablo. Su mirada, sus gestos, su risa, sus

Cuando Vindhirst era consejero municipal de Hannover fue a verle una mujer y le pidió poder divorciarse de su esposo porque no podía convivir con él, pues llegaba a casa completamente borracho y armaba gran alboroto. Él le preguntó: — Y usted, señora, ¿Qué hace en estos casos? — Naturalmente yo tampoco callo. — ¡Ah!, entonces parece que falta

Diariamente mueren 120 000 hombres, diariamente se dictan 120 000 sentencias. Hay entre las víctimas hombres de todas clases: condes, príncipes, lores, marqueses, barrenderos, picapedreros, gitanos; todos llegan mezclados para el juicio. De vez en cuando llega un rey, un obispo, un papa