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Historias y anécdotas

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Vete al Señor mismo, al mismo con quien la familia descansa, y llama con tu oración a su puerta, y pide, y vuelve a pedir. No será Él como el amigo de la parábola: se levantará y te socorre­rá; no por aburrido de ti: está deseando dar; si ya llamaste a su puerta y no recibiste

Es este un distintivo del hombre justo: que, aun en medio de sus dolores y tribulaciones, no deja de preocuparse por los demás; sufre con paciencia sus propias aflicciones, sin abandonar por ello la instrucción que prevé necesaria para los demás, obrando así como el médico magnánimo cuando está él mismo enfermo. Mientras sufre la desgarradura

El padre De Condrén decía a sus discípulos con frecuencia: «No hay cosa más sublime para el hombre que llegar a ser, merced al bautismo, un templo donde Dios mora; nada hay más importante para el hombre que seguir siendo constantemente el templo donde habita Dios.»   Ante el cuarto del. padre, cierto día un discípulo hizo la

Al cardenal Schuster, arzobispo de Milán, después de haber administrado la confirmación a los niños de un colegio de Monza, le retrataron en medio de los chiquillos. El cardenal, bromeando, dijo: — Llegará un día en que el objetivo retratará no sólo nuestra figura exterior, sino el alma. Y, dirigiéndose a un pequeño, preguntó: — ¿Qué se vería en

¿Queréis saber cómo. se juntan la gracia y el libre albedrío para llevar la carroza de la virtud bajo el yugo suave de la ley? Un día se cantaba en Roma aquella epístola en la que se describe la conversión por el apóstol san Felipe del eunuco de la reina Candaces. Asistía a la misa otro Felipe

Hace varios años vivía un joven en una ciudad. La vida le sonreía, y podía satisfacer todos sus caprichos. El oleaje le arrastraba, y él se dejaba llevar. Transcurrían sus años entre placeres y pecados, en la ociosidad y la insignificancia.. Fue uno de tantos en la serie de miles de inútiles de que el mundo

Una vez, un niño en cuya cara se notaba que estaba preocupa­do, acudió con su madre a la Iglesia. Y cosa rara en él, rezaba con atención. Su madre se figuró que estaba pidiendo algo importante a Dios. ‑"¿Qué estas pidiendo a Dios, Juan?" ‑"Que Pekín sea la capital de México, porque es lo que he

Cuéntese que el emperador pagano Alejandro Severo, natural­mente honesto, tuvo un día la oportunidad de tener entre sus manos un pergamino en el cual una pluma cristiana había escrito el Padrenuestro. Lo leyó lleno de curiosidad, y tanto le gustó que ordenó a los artífices de la corte fundir una estatua de Jesucristo de oro purísimo para