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Sembrando Esperanza

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GOTAS DE ESPERANZA

Un propietario que residía en una de las principales villas de Cataluña tenía un colono que se había entregado al feo vicio de la blasfemia. El colono se presentó un día a su señor, y al hablarle, observó que éste no le contestaba.

— ¿No me ha comprendido usted? —preguntó.

— Ni una palabra —contestó el propietario.

— ¿Se habrá vuelto usted sordo? —volvió a preguntarle.

— No —contestó el propietario—, oigo perfectamente, pero no entiendo el idioma que habláis, porque mis padres no me lo enseñaron.

— Pero, ¿acaso no hablamos los dos en catalán? —objetó el colono.

— Es verdad, pero vos lo habláis de un modo y yo de otro; cuando sepáis hablarlo como yo os contestaré.

 

El colono entendió la indirecta y se marchó avergonzado. Desde entonces no volvió a blasfemar delante del expresado propietario.

 

 

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