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GOTAS DE ESPERANZA
Enrique IV, yendo un día de caza, sintió una sed abrasadora y, perdido en un tupido bosque, vino a llamar a la puerta de una cabaña y pidió algo con que apagar su sed. El aldeano, sin conocerle, cogió el único melocotón que pendía del árbol para dárselo. Algún tiempo después volvió el rey a la cabaña con sus vestidos reales y colmó de larguezas. al que había sido tan generoso con él.
Así es Dios: no se deja vencer en generosidad y paga con creces todo el dinero que se emplea en servirle a Él.
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