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Sembrando Esperanza

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GOTAS DE ESPERANZA

Es hermosísima esta leyenda oriental. Es la de una princesa, princesita triste de leyenda, que sueña felicidades extrañas asomada al ajimez de su castillo. De pronto entre las flores aparece su hada madrina y le dice:

La felicidad va a venir por estos caminos; si logras conocerla, ve tras ella y te dará la dicha que sueñas.

Desapareció el hada madrina después de haber tocado con su varita mágica los rosales. Y apareció un hada magnífica adornada de collares de oro y de sortijas de plata. La siguió la princesita anhelante, y al ver que no era dichosa con ella, le preguntó:

¿Eres tú la felicidad?

No —contestó—, soy la riqueza.

Por eso dijo la princesita— sentía yo a tu lado sabor de tierra despreciable en mis labios.

Y apareció en seguida otra hada, cubierta con un manto de— estrenas. La princesita caminó con ella, y al notar el corazón vacío, le preguntó:

¿Eres tú la felicidad?

No —contestó, soy la gloria.

Por eso — dijo la princesa — sentía yo a tu lado llena de humo y viento la cabeza.

Y apareció después otra hada sonando cascabeles de alegría. La princesita la siguió, y al ver en sus ojos una niebla triste, le preguntó:

¿Eres tú la félicidad?

No, soy el placer.

Por eso —dijo la princesa— sentía yo en el alma como un peso de ilusiones muertas.

Y apareció una viejecita astrosa, pero agradable, con un rostro. surcado de lágrimas, entre las que miraba sonriendo. La princesita la siguió. Caminaba por caminos largos, de abrojos y espinas, y sentía la princesita en el alma como un descanso parecido al placer. Y en medio de un bosque se trocó en la más admirable de las hermosuras.

¡Oh! —gritó la princesita, cayendo de rodillas—. ¡Tú eres la felicidad!

No —contestó ella—. ¡Soy el sacrificio! La felicidad no existe; pero, entre todas las apariencias del mundo, soy la única verdadera.

 

¡Admirable lección! La felicidad no existe. La felicidad no está en la riqueza que nos deslumbra, ni en la gloria que nos encanta, ni en el placer que nos esclaviza. Pero hay un sustitutivo de la felicidad: el sacrificio.

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