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Sembrando Esperanza

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Lecturas de hoy Jueves 04 Marzo de la 2ª semana de Cuaresma

Primera lectura

Lectura del libro de Jeremías (17,5-10):

Esto dice el Señor:

ESTO dice el Señor:
«Maldito quien confía en el hombre,
y busca el apoyo de las criaturas,
apartando su corazón del Señor.
Será como cardo en la estepa,
que nunca recibe la lluvia;
habitará en un árido desierto,
tierra salobre e inhóspita.
Bendito quien confía en el Señor
y pone en el Señor su confianza.
Será un árbol plantado junto al agua,
que alarga a la corriente sus raíces;
no teme la llegada del estío,
su follaje siempre está verde;
en año de sequía no se inquieta,
ni dejará por eso de dar fruto.
Nada hay más falso y enfermo
que el corazón: ¿quién lo conoce?
Yo, el Señor, examino el corazón,
sondeo el corazón de los hombres
para pagar a cada cual su conducta
según el fruto de sus acciones».

Palabra de Dios

Salmo

Sal 1,1-2.3.4.6

R/. Dichoso el hombre
que ha puesto su confianza en el Señor

V/. Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R/.

V/. Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R/.

V/. No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R/.

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, te agradezco por permitirme iniciar un nuevo día. Hoy deseo estar junto a Ti, anhelo entrar en tu presencia santísima. Ayúdame a escucharte a través de tu Palabra y que pueda, a lo largo de mí día, darte gloria y acercar a mis hermanos y hermanas a Ti.

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 16, 19-31

En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: «Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de telas finas y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo, llamado Lázaro, yacía a la entrada de su casa, cubierto de llagas, y ansiando llenarse con las sobras que caían de la mesa del rico. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas.

Sucedió, pues, que murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abraham. Murió también el rico y lo enterraron. Estaba éste en el lugar de castigo, en medio de tormentos, cuando levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham y a Lázaro junto a él.

Entonces grito: ‘Padre Abraham, ten piedad de mí. Manda a Lázaro que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas’. Pero Abraham le contestó: ‘Hijo, recuerda que en tu vida recibiste bienes y Lázaro, en cambio, males. Por eso él goza ahora de consuelo, mientras que tú sufres tormentos. Además, entre ustedes y nosotros se abre un abismo inmenso, que nadie puede cruzar, ni hacia allá ni hacia acá’.

El rico insistió: ‘Te ruego, entonces, padre Abraham, que mandes a Lázaro a mi casa, pues me quedan allá cinco hermanos, para que les advierta y no acaben también ellos en este lugar de tormentos’. Abraham le dijo: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen’. Pero el rico replicó: ‘No, padre Abraham. Si un muerto va a decírselo, entonces sí se arrepentirán’. Abraham repuso: ‘Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso, ni aunque resucite un muerto’”.

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Hoy el Señor nos propone el pasaje del pobre Lázaro, quien, a pesar de su pobreza, se ganó la entrada al Cielo. Y eso no significa que el rico se condenó por ser rico, sino que, distraído en sus lujos, ni se percató de que Lázaro yacía enfermo y con hambre en la entrada de su casa. Jesús nos invita a que abramos los ojos y percibamos a aquellos que nos rodean, nuestros hermanos y hermanas. Jesús nos pide que le reconozcamos a Él en ellos y ellas. En ese que necesita pan, en esa que no tiene un techo donde cobijarse, también en aquél que no se da cuenta que puede hacer el bien.

Jesús no nos pide ingentes renuncias, no nos dice que nos dejemos llevar por el descuido y abandono, sino que, en la sencillez de nuestra vida, reflejemos su amor. Nos pide que seamos espejos de su misericordia. Nos aconseja que hagamos esos pequeños actos de amor por los demás que nadie más va a ver, sino sólo Él. Incluso con un «buenos días» o un «Dios te bendiga» podemos ser espejos de ese inmenso amor de Dios. Lo importante es nuestra disposición. Es bueno que hagamos estos actos de amor, con la conciencia de que queremos dar gloria a Dios y sólo a Él.

 

«Lázaro, que reposa delante a la puerta, es una llamada viviente al rico para recordarse de Dios, pero el rico no acoge tal llamado. Será condenado por lo tanto no por sus riquezas, sino por haber sido incapaz de sentir compasión por Lázaro y socorrerlo… Hasta que Lázaro estaba bajo su casa, para el rico había posibilidad de salvación, abrir la puerta, ayudar a Lázaro, pero ahora que ambos están muertos, la situación se ha transformado en irreparable. Dios no es nunca llamado directamente en causa, pero la parábola pone claramente en guardia: la misericordia de Dios hacia nosotros está vinculada a nuestra misericordia hacia el prójimo; cuando falta esta, también aquella no encuentra espacio en nuestro corazón cerrado, no puede entrar. Si yo no abro la puerta de mi corazón al pobre, aquella puerta permanece cerrada, también para Dios, y esto es terrible.»

(Catequesis de S.S. Francisco, 18 de mayo 2016).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

 

Hoy intentaré ser espejo de la misericordia de Dios haciendo 3 actos de caridad silenciosa por aquellos que están cerca de mí. (Hacer un favor que me pidan, rezar una avemaría por quien está pasando por un mal momento…)

 

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