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Sembrando Esperanza

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Lecturas de hoy Miercoles Santo 30 Marzo

Primera lectura

Lectura del libro de IsaIas (50,4-9a):

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos. ¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque. Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?

Palabra de Dios

Salmo

Sal 68,8-10.21-22.31.33-34

R/. Señor, que me escuche tu gran bondad el día de tu favor

Por ti he aguantado afrentas,
la vergüenza cubrió mi rostro.
Soy un extraño para mis hermanos,
un extranjero para los hijos de mi madre;
porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí. R/.

La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco.
Espero compasión, y no la hay;
consoladores, y no los encuentro.
En mi comida me echaron hiel,
para mi sed me dieron vinagre. R/.

Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias.
Miradlo, los humildes, y alegraos,
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos. R/.

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, sabes quién soy y me conoces hasta lo más profundo; te pido me des la fortaleza de levantarme y mostrarte mi amor, aunque por debilidad e inconstancia caiga muchas veces. Ayúdame para que nunca pierda la esperanza de mi conversión y que Tú siempre estás presente esperándome a que vuelva a tu regazo.

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 26, 14-25

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: “¿Cuánto me dan si les entrego a Jesús?”. Ellos quedaron en darle treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregárselo.

El primer día de la fiesta de los panes Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?”. Él respondió: “Vayan a la ciudad, a casa de fulano y díganle: ‘El Maestro dice: Mi hora está ya cerca. Voy a celebrar la Pascua con mis discípulos en tu casa’”. Ellos hicieron lo que Jesús les había ordenado y prepararon la cena de Pascua.

Al atardecer, se sentó a la mesa con los Doce, y mientras cenaban, les dijo: “Yo les aseguro que uno de ustedes va a entregarme”. Ellos se pusieron muy tristes y comenzaron a preguntarle uno por uno: “¿Acaso soy yo, Señor?”. Él respondió: “El que moja su pan en el mismo plato que yo, ése va a entregarme. Porque el Hijo del hombre va a morir, como está escrito de él; pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre va a ser entregado! Más le valiera a ese hombre no haber nacido”. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: “¿Acaso soy yo, Maestro?”. Jesús le respondió: “Tú lo has dicho”.

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

El corazón humano tiene que sobrellevar a veces grandes pruebas. Me pongo a pensar qué cosas le venían a la mente y al corazón a Jesús en la situación en la que se encontraba, sabiendo quién lo iba a traicionar y dejando que las cosas siguieran su rumbo.

Desgraciadamente es una realidad que las personas que son más cercanas a nosotros son las que nos hacen sufrir más y esto es de dos formas. La primera es cuando las vemos sufrir a ellas y nos sentimos mal por la situación de dificultad por la que pasan, a veces solo ayudándoles de una forma muy pequeña o sintiendo la impotencia de no poder hacer nada para que no sufran. La segunda forma es cuando ellos se convierten en la causa de nuestro sufrimiento. El solo hecho de que nos hagan algo que derrumbe todos los momentos felices que se han pasado juntos nos duele y nos rompe el corazón. Es como si los tuviéramos en el corazón y literalmente nos rompieran parte de él.

La gran esperanza es que nos todas las personas que tenemos cercanas son causa de nuestro sufrimiento. Hay gente que se desvive por nosotros, nos busca ayudar, preparar la cena de pascua y compartir momentos inolvidables. No todos los apóstoles fueron unos Judas, con todas sus imperfecciones y la forma personal en la que le mostraban su amor a Dios, se esforzaban por mantenerse cercanos a Él. Resalta de manera especial el ejemplo de san Pedro quien de hecho traiciona y niega a Jesús, pero pudo reconciliarse con Él y sentir su perdón y amor transformador. Tuvo la esperanza de que no todo acaba en la caída, sino que hay espacio para levantarnos y seguir adelante.

«Pensemos en tantos Judas institucionalizados en este mundo, que explotan a la gente. Y también pensemos en el pequeño Judas que cada uno de nosotros tiene dentro de sí a la hora de elegir: entre lealtad o interés. Cada uno de nosotros tiene la capacidad de traicionar, de vender, de elegir por el propio interés. Cada uno de nosotros tiene la posibilidad de dejarse atraer por el amor al dinero o a los bienes o al bienestar futuro. “Judas, ¿dónde estás?”. Pero la pregunta la hago a cada uno de nosotros: “Tú, Judas, el pequeño Judas que tengo dentro: ¿dónde estás?”.»

(Homilía de S.S. Francisco, 8 de abril de 2020).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Rezar por esa persona que no le importa Dios en su vida y que se nota que vive superficialmente feliz.

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