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Sembrando Esperanza

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Lecturas del Jesucristo, sumo y eterno sacerdote

Primera lectura

Lectura del libro de Jeremías (31, 31-34):

Ya llegan días – oráculo del Señor – en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No será un alianza como la que hice con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto, pues quebrantaron mi alianza, aunque yo era su Señor – oráculo del Señor -.

Esta será la alianza que haré con ellos después de aquellos días – oráculo del Señor – : Pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Y no tendrán que enseñarse unos a otros diciendo:

«Conoced al Señor», pues todos me conocerán, desde el más pequeño al mayor – oráculo del Señor -, cuando perdone su culpa y no recuerde ya sus pecados.

Palabra de Dios

Salmo

Salmo: Sal 109, 1bcde. 2.3

R. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies». R.

Desde Sion extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos. R.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento
entre esplendores sagrados:
yo mismo te engendré, desde el seno,
antes de la aurora». R. R/.

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, sé que estás aquí. No te veo, pero lo sé. Dame una visión cada vez más clara y profunda. Dame una fe que no dude de tu presencia. “Hijo de David” escucha mi oración. Ve mi pobreza y ten compasión de mí. Permíteme entrar en tu presencia. Dejo todos mis mantos y seguridades a un lado; me pongo delante de ti tal cual soy. Tú me conoces, me llamas por mi nombre y me miras con amor. Sabes bien mis pecados y mis cegueras y aún así me amas. No tengo vergüenza de presentarme ante ti con mis pecados. De hecho pongo delante de ti mis heridas y mis llagas para que Tú las sanes. Te abro las puertas de mi alma de par en par.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 9, 11-17

En aquel tiempo, Jesús habló del Reino de Dios a la multitud y curó a los enfermos. Cuando caía la tarde, los doce apóstoles se acercaron a decirle: “Despide a la gente para que vayan a los pueblos y caseríos a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar solitario”. Él les contestó: “Denles ustedes de comer”. Pero ellos le replicaron: “No tenemos más que cinco panes y dos pescados; a no ser que vayamos nosotros mismos a comprar víveres para toda esta gente”. Eran como cinco mil varones. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: “Hagan que se sienten en grupos como de cincuenta”. Así lo hicieron, y todos se sentaron. Después Jesús tomó en sus manos los cinco panes y los dos pescados, y levantando su mirada al cielo, pronunció sobre ellos una oración de acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, para que ellos los distribuyeran entre la gente. Comieron todos y se saciaron, y de lo que sobró se llenaron doce canastos.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Muchas personas seguían a Jesús. Él ha mostrado compasión por ellas mientras que los discípulos prefieren tomar el camino fácil. No han puesto su mirada sobre la necesidad de la gente, no han mirado con amor. Ellos miran desde su comodidad y sus cálculos y otros probablemente apartaban la mirada para no ver el problema.

Pero Tú has mirado con amor. Y el amor es lo que produce el milagro de la multiplicación de los panes. Y esa mirada ha cambiado la situación, porque ese pan no sólo ha fortalece físicamente sino que ha fortalecido el corazón de quienes lo reciben, porque has demostrado que Tú amas sin condiciones ni límites.

¿Por qué me no aprovecho el Pan Eucarístico que continuamente me ofreces? Sé que es el medio que me das para fortalecer mi fe, mi esperanza, mi amor. Para tener la fuerza para levantarme y seguir luchando. Mi pecado me deja tirado, apegado a mi comodidad, a mis cálculos, a mis seguridades.  Pero Tú me has mirado, me has amado y me esperas en el sagrario. Me has tocado con tu gran misericordia. He contemplado «el rostro de la misericordia» en la Eucaristía. ¿Cómo me voy a quedar indiferente? Has entrado a mi vida y la has cambiado. En mis dificultades me has ayudado. A partir de ahora seré tu discípulo misionero: «Me has seducido, Señor, y me deje seducir».

A partir de ahora quiero que otros te conozcan. No me puedo quedar solo con este tesoro que me ha encontrado. Quiero que el mundo entero conozca cómo Tú nos amas y nos fortaleces en la Eucaristía. Si todos conocieran el amor de Dios sus vidas cambiarían. Pero eso depende de mí. Si no se nota el cambio en mi vida nadie te seguirá, pero si ven mi ejemplo mucho te verán a ti.

He visto tu Cuerpo y tu Sangre en la Eucaristía, te he visto y he contemplado al mismo Dios. Todos tienen que ver mi rostro resplandeciente. No puedo llevar un rostro de pimiento en vinagre ni cara de viernes santo. He de llevar la alegría que irradie a los demás y ya no me vean a mi sino a ti.

Quiero ser, Señor, un instrumento de tu amor. Llevaré tu amor en medio del odio y tu luz en medio de la oscuridad. Llevaré tu misericordia en donde sólo existe el desprecio. Llevaré tu reino a donde reina el mal y el pecado. Así como yo te he conocido quiero que muchas almas te experimenten. Quiero que muchas personas coman del pan que da la vida, me pongo en tus manos y envíame al mundo entero.

«Aprendamos que la eucaristía no es un premio para los buenos sino la fuerza para los débiles, para los pecadores, el perdón. Es el estímulo que nos ayuda a ir, a caminar. […] Sin nuestro mérito, con humildad sincera, podremos llevar a nuestros hermanos el amor de nuestro Señor y Salvador porque la Eucaristía actualiza la Alianza que nos santifica, nos purifica y nos une en comunión admirable con Dios».
(Homilía de S.S. Francisco, 4 de junio de 2015, en Santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Si paso delante de una iglesia pararé para visitarte. Si quiero ser un instrumento tuyo necesito estar escuchando tu voz constantemente. Necesito encontrarme contigo y experimentar tu amor. Y llevaré una sonrisa en el rostro siempre.

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