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Sembrando Esperanza

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AMANSANDO ANIMALITOS

¿Quién no tiene su mascota? y ¿quién no la quiere amaestrada y obediente? nuestra mayor ilusión es poderle decir al perro, “si” y el perro, como buen perro obediente, se siente; luego le dices que se acueste y se acuesta y así la vamos llevando con nuestros animalitos amansaditos. Pero hay otro animalito más grande que tenemos que educar, proyectar, cuidar y controlar. Aquí les cuento esta historia.

Se cuenta lo siguiente de  un viejo ermitaño, es decir, una de esas personas que por amor a Dios se refugian en la soledad del desierto, del bosque o de las montañas para solamente dedicarse a la  oración y a la penitencia.

Se quejaba muchas veces que tenía demasiado quehacer, hasta terminaba su jornada agotado y agobiado. La gente preguntó cómo era eso de que en la soledad estuviera con tanto trabajo. Les contestó:

«Tengo que domar a dos halcones, entrenar a dos águilas, mantener quietos a dos conejos, vigilar una serpiente, cargar un asno y someter a un león».

No vemos ningún animal cerca de la cueva donde vives. ¿Dónde están todos estos animales?, ¿no será que nos estás tomando el pelo?

Entonces el ermitaño dio una explicación que todos comprendieron: Porque estos animales forman parte de las mascotas que todos los hombres tenemos y ninguno nos escapamos.

Los dos halcones, se lanzan sobre todo lo que se les presenta, bueno y malo. Tengo que domarlos para que sólo se lancen sobre una presa buena… Son mis ojos.

Las dos águilas con sus garras hieren y destrozan. Tengo que entrenarlas para que sólo se pongan al servicio y ayuden sin herir… Son mis dos manos.

Y los conejos quieren ir adonde les plazca, huir de los demás y esquivar las cosas difíciles. Tengo que enseñarles a estar quietos cuando haya un sufrimiento, un problema o cualquier cosa  que no me gusta… Son mis dos pies.

Lo más difícil es vigilar la serpiente aunque se encuentra encerrada en una jaula de 32 varillas. Siempre está lista para morder y envenenar a los que la rodean apenas se abre la jaula, si no la vigilo de cerca, hace daño, envenena todo a su paso… Es mi lengua.

El burro es muy obstinado, no quiere cumplir con su deber… Pretende estar cansado y no quiere  llevar su carga de cada día… Es mi cuerpo.

Finalmente, necesito domar al león, quiere ser el rey, quiere ser  siempre el primero, es vanidoso y orgulloso… Es mi corazón.

De acuerdo a cómo luchemos, a cómo nos vayamos domando, al empeño que pongamos por dominar lo que hay en nuestro interior, seremos hombres para el BIEN. Más que nunca hoy necesitamos niños, jóvenes, hombres, mujeres que se sepan guiar y formar.

La formación y el crecimiento personal es una opción que cada uno tiene que hacer, y así como el ermitaño, la tenemos que tomar en nuestras manos y comenzar a trabajar; al final de la vida sentirás la satisfacción de haber logrado algo que muchos no lograron, pues ni sabían que lo tenían que hacer, así sí marcarás una diferencia.

 

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