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Historias y anécdotas

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Garfield, que más tarde fue presidente de los Estados Unidos de Norte América, era tan pobre durante su juventud, que a los dieciséis años, cuando quiso embarcarse, para pagar el pasaje tuvo que ofrecerse de segador durante la cosecha de la mies. El hacendado a quien se presentó, lo rechazó, diciendo: Para este trabajo necesito hombres

Alguien hizo una estadística global del tiempo gastado por un hombre de sesenta años. Ha trabajado veinticinco años, ha dormido veinte, ha comido dos, se ha vestido uno, se ha lavado nueve meses, se ha afeitado siete, se ha sonado las narices cuatro, se ha limpiado los dientes dos, y así sucesi­vamente. ¿Cuánto tiempo has invertido

Edel Mary Quinn, una taquimenocógrafa irlandesa, animadora de la Legión de María, se dio cuenta a los 20 años de que era tísica y de que le quedaba poco tiempo de vida. Decidió, entonces, que ese poco tiempo debía gastarlo por un ideal que valiera la pena: hacer el bien a sus hermanos. Se embarco para

"Vivió veinte años" -leí en la tumba de un joven. "Qué poco tiempo vivió" -dice alguien a mi lado-. ¿Poco tiempo? ¡Oh, no! Si es que de veras "vivió veinte años", es decir, si encaminó su vida según la voluntad divina y aprovechó bien todos los momentos, así ha podido vivir mucho en pocos años. Non

Me detengo ante los libros de Santo Tomás de Aquino: 34 volúmenes en folio. ¿Cómo pudo escribir tanto un hombre que en total vivió cincuenta y dos años y además enseñó y predicó mucho? Y hay que tener en cuenta que su producción literaria no consta de novelas, sino que trató de las cuestiones más difíciles

Un profesor de medicina que guiaba a sus alumnos por la sala de un hospital detuvo a éstos en el centro de ella y les preguntó: - Veamos, juzgando así a distancia: ¿cuál les parece ser el enfermo más grave? Pues es aquel que tiene moscas en la cara; cuando un enfermo permite con tal apatía que

En cierta ocasión un contratista permitió a sus carpinte­ros que se llevasen como leña las astillas de los troncos que desbastaban. Desde entonces las astillas fueron más gruesas, y las vigas resultaron tan delgadas, que el edificio se vino al suelo antes de acabarse. ¿No ocurre algo parecido muchas veces en la vida espiritual? Se evitan cuidadosamente